El no tan nuevo gobierno echa a andar
domingo 12 de abril de 2009, 12:59h
Si el congreso de los Diputados no anduviese tan sesteante y vacacional, no le cedería al Senado, donde pareciera que nunca hay noticia, la primicia de ‘controlar’ al nuevo, o no tan nuevo, gobierno esta misma semana que ahora comienza. Pero ya se sabe que la vida parlamentaria, en la Cámara Baja y en la Alta, va como al ralentí, lo mismo de la mano de José Bono que de sus antecesores. Así que los nuevos ministros pueden, con cierta calma, dedicarse a preparar sus papeles y a deglutir las críticas con las que, dice alguno de ellos, se han dedicado a bombardearles los medios. No puedo estar del todo de acuerdo: la acogida ha sido bastante fría, sí, pero no enteramente hostil. Veremos qué dicen las próximas encuestas, que, hoy por hoy, lo que reflejan es una probabilidad de que los socialistas pierdan frente al PP en el siguiente obstáculo de carrera de vallas, las elecciones europeas.
Viajeros recientes a La Moncloa, quizá beneficiario alguno de ellos de la visita telefónica del móvil presidencial –son muchos los que dicen ser llamados, pero no tantos los realmente llamados--, transmiten lo siguiente: Zapatero sigue sintiéndose, pese a todo, el rey del mambo, y hace y deshace dentro de su partido a voluntad y sin control ni limitaciones. Piensa que lo peor de la crisis está a punto de pasar, o eso dice. No comprende que el ‘caso Gürtel’ no pase la factura que él cree que debería pasarle al PP. Le importan un rábano las críticas de la prensa, aunque las lee y las escucha ávidamente. Constata que su reciente gira internacional, tan positiva, ha tenido menos reacciones benéficas en el interior de lo que se esperaba: ya parece casi olvidada la fotografía amistosa con Obama. Y sigue durmiendo, asevera, como un leño.
Ignoro cuánto habrá de exacto en estas impresiones bastante generalizadas, pero sospecho que Zapatero va a salir más a los medios (a los que él considera importantes, claro, que no siempre tienen por qué serle favorables), que lo vamos a ver en mil y un mítines de aquí al 7 de junio, cuando se celebran las euroelecciones, y que es probable que busque fotos con la mayor cantidad de líderes europeos que pueda (con Sarkozy, dentro de pocos días): piensa, y con razón, que eso va a dar votos al candidato socialista López Aguilar.
Lo que ocurre es que muchos ojos estarán puestos en los primeros pasos de los ‘nuevos’ (bueno, insisto: no tan nuevos). Salgado tiene que hacer nombramientos sorprendentes en Economía y Chaves, que se ha traído a la ‘troupe’ de Andalucía, tendrá que lidiar con los feroces ‘barones’ autonómicos, que no le van a regalar ni una sonrisa si no resultan favorecidos en el ‘sudoku’ de la financiación. El nombramiento de Trinidad Jiménez ha desenterrado del olvido el incumplimiento de la ley para los discapacitados (que son tres millones). El de Gabilondo, las contradicciones en la legislación educativa. Y el de la ministra de Cultura ha hecho recordar a muchos que aquí ya van sobrando algunos ministerios que carecen de competencias y resultan caros de mantener.
A ver cómo lo hacen. A ver cómo logran mayoría parlamentaria suficiente para hacer aprobar algunos importantes proyectos que esperan y pueden estrellarse contra la escollera. A ver cómo consiguen parar la tormenta que se viene encima de Patxi López como lehendakari, que es una de las pocas buenas noticias que hemos recibido en este año de pasión, una esperanza que no puede truncarse de ninguna manera. Y, sobre todo, a ver cómo logran rehacer la confianza y la ilusión de los españoles, a los que las encuestas que se están publicando en los últimos días presentan bastante alicaídos, la verdad. No sé, no sé: me temo que esta vez el osado Zapatero-de-las-mil-ideas se ha quedado corto en la zancada.