Ni siquiera vamos a expresar aquí nuestra opinión sobre la mayor o menor inteligencia de nuestro presidente del Gobierno; lo nuestro es la crónica política, la crítica a las actuaciones gubernamentales, y a fe que ahí hay materia abundante. Criticamos aquí no poco los deslices humorísticos de
Zapatero cuando decía aquello de que
Sarkozy envidiaría la situación económica española (mejor ni recordarlo...) y criticamos ahora que ‘Sarko’, nuestro dinámico vecino, se permita bromear en público sobre el grado de intelecto que adorna a nuestro presidente.
Es una cuestión de orgullo patrio: ese tipo de ataques no es admisible ni en una
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crónica periodística ni en un comentario ante parlamentarios, por muy galos que sean. Y ZP, nos guste o no, es nuestro presidente, elegido por once millones de ciudadanos libres. Podrá ser atacado, pero merece ser respetado
Sarkozy, un tipo simpático y un tanto chisgarabís en su comportamiento público --los periodistas podemos decir estas cosas, ¿o no?--, debería saber lo que son los usos y costumbres diplomáticos, lo que es la cortesía con el país vecino y lo que es la prudencia política.
Hace bien La Moncloa en desdeñar responder a la ‘faiblesse’ verbal del inquilino de arriba; hay cosas que hace el saltimbanqui ‘Sarko’ que cada día merecen menos la pena. ¿Qué hubieran dicho los medios franceses si, por ejemplo, Zapatero hablase de las actitudes a veces un tanto ridículas de ‘Sarko’?
Y, en todo caso, ¿quién expende los certificados internacionales de inteligencia? Sarkozy no, por favor.