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El ‘nuevo-viejo’ federalismo de Zapatero

martes 20 de marzo de 2007, 13:32h

En enero de 1988 el PSOE iba a celebrar su XXXI Congreso, para el que los debates se abrieron, lógicamente, durante el año anterior. Así, en agosto de 1987 el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC-PSOE) desarrolló una ponencia que propugnaba la federalización del Estado español, dentro del marco constitucional vigente.

Esa ponencia debía ser presentada por el PSC al XXXI Congreso del PSOE, convocado para enero de 1988. Y en la misma se contienen todos los elementos que, indudablemente, ha ido introduciendo Rodríguez Zapatero en su actual discurso autonomista desde el Gobierno. En definitiva, los socialistas catalanes proponían la federalización del Estado para frenar los regionalismos conservadores.

Ya entonces, esa propuesta del PSC –regido entonces por Raimon Obiols y en el que Pasqual Maragall contaba con fuerza suficiente- levantó serios rechazos entre los propios socialistas. El más rotundo, el de uno de los padres de la Constitución, Gregorio Peces-Barba, pero también del actual Defensor del Pueblo, Enrique Múgica.

En definitiva, la ponencia marco de estrategia política que los socialistas catalanes debatían en ese su V Congreso de 1987 afirmaba taxativamente: 'El modelo constitucional español está en una encrucijada y la gran cuestión es, en el fondo, si vamos hacia un modelo de Estado federal o bien hacia la pervivencia del modelo de Estado centralista con un nuevo tipo de gobiernos locales'.

Frente a esta disyuntiva, los socialistas catalanes apostaban por la ‘fórmula’ que parece haber encontrado ahora Zapatero: la adopción del modelo federal, por medio de la profundización del esquema autonómico actual. La razón de fondo que movía al PSC a avanzar hacia la federalización de España, según sus principales dirigentes de entonces –algunos, los mismos que han llevado adelante la reforma del Estatut, reforma que está ahora en el Constitucional-, era la necesidad de situar las reivin dicaciones autonómicas en un marco lo más objetivo posible, y alejarlas de planteamientos sentimentales.

¿Qué quería eso decir? Pues que el PSC veía claro que la queja autonómica se había convertido desde 1980 en un instrumento de elevado rendimiento electoral para la derecha, no sólo en tres comunidades históricas -Cataluña, Euskadi y Galicia- sino también en otros territorios como Aragón, Navarra y Valencia, como se puso de manifiesto en las elecciones autonómicas de ese mismo año 1987.

Para frenar ese “modelo de la derecha”, lo que proponían los dirigentes socialistas catalanes, como Josep Maria Sala, entonces secretario de organización del PSC y un hombre que ha vuelto a remontar en el socialismo catalán tras su caída por el escándalo Filesa, es que la izquierda catalana y española adoptaran un modelo propio, contradictorio con el del nacionalismo conservador, sobre la configuración final del Estado de las autonomías que se estaba construyendo. Es decir, que bas taba acudir a la tradición política de la izquierda que había preconizado el federalismo. Y ello frente a la política del nacionalismo conservador -Convergéncia i Unió (CiU) o Partido Nacionalista Vasco (PNV)-, que parecían buscar un modelo de disgregación. O, lo que es lo mismo, un no-modelo.

Así que la propuesta federalista que contenía la ponencia marco que se presentó en el V Congreso de los socialistas catalanes constaba de cuatro puntos: establecimiento de un statu quo competencial en materia legislativa entre las comunidades autónomas y el Estado; creación de fórmulas de participación institucional de las comunidades en las instituciones legislativas del Estado; competencia exclusiva de las comunidades autónomas en materia de Administración local, y modelo de hacienda autonómica que respete la autonomía financiera de las comunidades.

Como se ve, son los mismos puntos en los que se asienta la reforma prometida por Rodríguez Zapatero en el mitin de cierre de la campañ a de Maragall a la Generalitat en noviembre de 2003, y también la que ha llevado adelante con el Estatut catalán. Y todo ello partiendo de la misma base de la que partía el PSC en 1987: que la aplicación de ese modelo no entraña la reforma de la Constitución porque bastaría con recurrir a los mecanismos previstos en la propia Constitución, en los artículos 149.3, 150.2 y otros. Precisamente, los que ha aplicado Rodríguez Zapatero.

Zapatero ya vivió ese tiempo federalizante-convulso entre los socialistas, porque ya tenía cargos en el PSOE leonés y además era diputado desde 1986. Y esa propuesta del PSC había sido rechazada por destacados miembros del PSOE, pero a lo largo de grandes debates que Zapatero recordaba, obviamente, muy bien, pero con cuyos planteamientos, con los que entonces estuvo de acuerdo, ha querido romper. Como con el de Peces Barba, que ya en 1987-1988 se opuso al PSC –y a otros federalistas de salón- alegando que el federalismo parte de la existencia de unos E stados soberanos que se unen para hacer un Estado unitario, mientras que en España sucede el caso contrario: no hay Estados soberanos previos y, por tanto, carece de sentido hablar de movimiento federalista.

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