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El informe olímpico

domingo 26 de abril de 2009, 19:56h

Algunas personas tenemos la mala costumbre de pensar que el dinero público se debe utilizar para satisfacer las necesidades de los ciudadanos. Es decir, pagar unos impuestos que sirven para beneficiar a la comunidad a la que pertenecemos mediante acciones determinadas y concretas. Lo sé, es de perogrullo, pero es la realidad. Somos así de simples. Cuando ocurre, al vecino no se le caen los anillos por aplaudir al que sea, venga del partido que venga. Sin embargo, al abrir el periódico se descorazona uno cada vez que ve la facilidad con la que este dinero, que sale del sudor de todos, se pierde o se gasta alegremente por culpa de la mala burocracia, los caprichos y obsesiones de algunos políticos, la incompetencia de algunos técnicos, y, en el peor de los casos, porque a alguna mano negra se le queda entre los dedos. En sólo un par de días Madrid ha experimentado esas dos realidades: dos perfectos ejemplos de cómo hay que gastar y cómo no hay que gastar el dinero de todos.

El pasado jueves, el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, presentaba en la Junta de Gobierno del Ayuntamiento un estudio sobre los beneficios que ha supuesto para la capital la candidatura olímpica. El documento explicaba con mucho gráfico, mucha foto y muchísimo texto cómo el esfuerzo por alcanzar los Juegos ha fortalecido la alianza entre las empresas y la administración, el movimiento voluntario en la ciudad y la mejora de las infraestructuras, entre un largo etcétera. Por desgracia, aunque los datos son ciertos e importantes, el librito es una generalidad en sí mismo y no añade absolutamente nada nuevo que no se sepa ya. En la explicación del mismo, el regidor, bastante concreto siempre en sus intervenciones para plasmar la esencia de los asuntos que trata, se perdía en un farragoso circunloquio sobre las bondades del estudio, que no convenció a casi nadie, a pesar de que el tema olímpico siempre genera una predisposición positiva. En 'petit comité' muchos se preguntaban a qué venía este refrito. Lo grave del asunto es que la factura por semejante rollo macabeo ha sido de 28.000 euros más IVA. Un dinero con el que una familia española puede vivir fenomenalmente bien durante un año. 28.000 euros de nada. 28.000 euros para nada.

El viernes, Ruiz-Gallardón fue protagonista de la otra cara de la moneda. Suscribió con la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM) el desarrollo de los 16 primeros planes de barrio hasta 2012. Una iniciativa desarrollada desde el Área de Participación Ciudadana en colaboración con las asociaciones de vecinos que pretende dar ayudas extra en materia social (ayudas a inmigrantes, mayores, jóvenes, mujeres, seguridad, lucha contra la violencia de género, fomento del asociacionismo, entre otras) a 16 de las zonas más desfavorecidas de la ciudad. Es decir, aparte de la inversión anual que reparte para atender las demandas de la capital, el Consistorio utiliza parte del dinero de la 'hucha' que tiene para gastos extraordinarios, en el reequilibrio territorial, haciendo un esfuerzo a pesar de la crisis. Y aunque no hay partida presupuestaria fija para estos proyectos (porque se irá calculando la factura a medida que se necesite hacer la inversión) y será un dineral considerable lo que se gaste, los vecinos y hasta la oposición aplauden la medida y sólo exigen al Consistorio que se gaste lo justo y necesario.

Y es que al ciudadano, sea o no época de crisis económica, no le importa tanto cuánto se gasta como en qué se gasta el dinero de todos. La gente quiere saber que sus impuestos van a cosas que valen la pena. Les duele menos ver que sus representantes se gastan 100 euros en hacer algo que mejora nuestra calidad de vida que tiren uno en algo absurdo, aunque lo disfracen con un estupendo envoltorio dialéctico y publicitario. Porque este dinero no es de los políticos y no lo gastarían si tuvieran que pagarlo de su bolsillo. Lo peor de todo es que cuando se presentan cosas como este informe, nadie levante la voz para decir que es un derroche. El motivo es que hable de la candidatura olímpica. Y parece que si se dice que no se hacen las cosas bien se está siendo desleal con Madrid 2016, cuando en realidad es todo lo contrario. 

Por supuesto, es posible que me equivoque y que no se esté gastando el erario público en algo innecesario. Seguro que el documento tiene una justificación. En este caso, las preguntas que me suscita el estudio me preocupan casi más que el gasto que se ha hecho ¿A qué viene un informe de los beneficios de la candidatura a una semana de la visita de los inspectores del Comité Olímpico Internacional (COI)? ¿No sería mejor gastarse estos 28.000 euros (más IVA) en un informe sobre los beneficios que van a dar los Juegos en sí a Madrid? No sé si peco de suspicaz o de alarmista, pero este informe me suena a justificación, a que nos estamos poniendo la venda antes de habernos hecho ninguna herida. Tengo la impresión de que si el día 2 de octubre no somos sede olímpica, saldrá de nuevo a relucir este dichoso texto para decir que no perdimos el tiempo, que Madrid 2016 ha dado muchas cosas buenas a la ciudad. Para eso no hacen falta explicaciones. Cada una de las personas que conforman ese noventa y tantos por ciento que apoyan la candidatura lo saben, no han tirado la toalla y van a seguir luchando para imponerse a Tokio, Chicago y Río. Eso es lo que tiene que ver el COI a partir del 4 de mayo: una ciudad volcada con los Juegos. El 3 de octubre, si la respuesta no es positiva para Madrid, ya habrá tiempo de hablar de lo que hemos sacado en claro de esta experiencia.

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