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¿Estamos locos o qué?

La columna de Lendoiro: 'Carla…y los otros'

La columna de Lendoiro: "Carla…y los otros"

martes 28 de abril de 2009, 12:40h

Lo confieso: estoy rendida a sus pies. La odiaba por haberme quitado a Nicolás (Sarkozy). Cierto es que ella lo vio primero, pero también cierto es que yo susurraba por él antes que ella. En cualquier caso nada hubiera podido hacer de haberlo conocido porque no hablo francés y en inglés mi verborrea deja mucho que desear. Soy (mucho) más joven que Carla, pero ni con ésas. Me temo que Sarko está plena y rendidamente enamorado de ella y no hay nada que pueda hacerse. Está escrito que, al menos durante otros dos años, no tendrá ojos para otra. Porque más de dos o tres años no dura la pasión, por muy presidente de la República de la Francia que seas.

Rendida ante la evidencia, sólo me queda admirarla. A Carla, claro. Llegó subida a unos kitten heel en castellano, tacones de gatita (se lo he copiado a Carlos García-Calvo). Dejó las sempiternas bailarinas y a su marido a la altura de su pecho. Carla es calculadora y sabe cómo se las gasta doña Letizia cuando se sube once centímetros por encima de su tamaño. Había que escoger: o humillar a su marido o parecer más baja que la princesa; rien de rien, ella es muy suya y muy práctica y cuando se trata de competir, vale todo.

Da igual que la primera dama sea la reina doña Sofía y que Zapatero esté casado con una tal Sonsoles Espinosa. La batalla se libraba entre ellas, las rivalidades no entienden de protocolo. A doña Leti la vi nerviosa. Sé que no le gustan estas guerras de elegancia. Es más, creo se la trae al pairo. A ella le va más el rollito intelectual. De tomar té juntas, nuestra princess  es más de hablar de Montesquieu, Rosseau y Voltaire y pasando de Dior, Balmain y otras fruslerías. Aunque pensándolo bien, igual doña Leti se ha cortado y pasa de sacar la soga en casa del ahorcado, al fin y al cabo, semejantes cabezas pensantes trajeron consigo que los primos lejanos de su esposo tuvieran que separarse de sus testas coronadas a golpe de guillotina, oh mon dieu. Pero esa es otra historia.

Paso ampliamente de contarles aquí cómo iban vestidas que para eso tienen ustedes las fotos y la tele. Además, no distingo un pliegue de un ojal. Sólo escribo esto porque hoy no hay más noticias y porque quiero declarar pública y notoriamente mi admiración por madame Sarkozy. Al fin y al cabo ella duerme al lado del hombre de mis sueños y yo sólo sueño con él. En vano, claro. Qué injusta es la vida, Dios.

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