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El Hispanocatastrofismo

El Hispanocatastrofismo

martes 28 de abril de 2009, 16:33h

Pocas cosas me han producido mayor malestar en estas últimas horas que algunas actitudes acomplejadas ante la visita del presidente francés, Nicolas Sarkozy (sí, y de su esposa Carla Bruni). Acomplejadas e interesadamente catastrofistas, desde luego; entiendo que el viaje del poderoso vecino del norte ha sido un éxito diplomático para España, y de ello debemos felicitarnos todos, independientemente de que sea el Gobierno de Zapatero quien se apunte el tanto. Me parece que bordea lo ridículo lamentarse porque ‘Sarko’ intente, en buena lógica política y diplomática, cobrar sus favores a los españoles: faltaría más. Y menos aún dolerse de un presunto e imaginario ‘vasallaje’ con respecto al vecino.

Entiendo que no se debe hacer oposición, ni siquiera mediática, en cuestiones de política exterior, como no se debería hacer con la lucha contra el terrorismo. Es bueno que Sarkozy mantenga una visita oficial a España, como es bueno que nos visiten otros mandatarios, desde la presidenta de India –país emergente y cada vez más importante, que hubiese justificado mayor despliegue informativo en este viaje—hasta, ahora, el presidente de Colombia, Alvaro Uribe, uno de los más significativos líderes políticos de América Latina.

Pero ahí está, siempre presente, el hispanocatastrofismo. Algún locutor, ciertos columnistas y, desde luego, determinados personajes más bien secundarios del principal partido de la oposición disfrutan, por ejemplo, minimizando el alcance de la ‘cumbre’ hispano-francesa, diciendo que de nada sirve y que Sarkozy, al llegar a Madrid, parece que está visitando una colonia (sic: así lo he oído). O gozan señalando que no tenemos categoría para estar en el g-20 (palabra de honor: también lo he escuchado de labios de alguien que estaba ante un micrófono...abierto). Conocemos bien las limitaciones de nuestros gobernantes, de nuestros políticos, a la hora de ser considerados como unos cosmopolitas: no lo son, obviamente. Pero tenemos que apoyarlos como si nos entusiasmasen: nos representan, y eso es lo que hay.

Ese hispanocomplejo, ese oportunismo de sal gorda, tiene, a mi entender, un grave diagnóstico: falta de sentido del Estado.

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