Decisiones sublimes

Si damos por bueno el argumento que dice que dos puntos están separados por una misma distancia, (y que es imposible encontrar atajos), entonces podremos concluir que Tomás Gómez no fue a la fiesta de Esperanza Aguirre, (pero al revés también). Si empecinado era el uno, no menos pagada de su error la otra. Ambos se hacen falta y el perjudicado por romper esta regla física de la elemental distancia es el pueblo madrileño. “Sándwiches” aparte, como decía Aguirre en tono de picnic, la realidad dice que un Gobierno no rula sin oposición y a ésta le hace falta entrar en pelea para ganarse el respeto.

Puede que Tomás haya optado por una oposición “zen” y con grandes ausencias pretenda que los demás le vean en todas partes. Lo que es vacío es oposición, podría decir Gómez, y entonces llegaríamos a la política de silencios atronadores pero ineficaces cuando las encuestas de popularidad le difuminan en las sombras.

Tampoco debe ser bueno que el Gobierno de Aguirre crea que acierta siempre, hasta cuando se equivoca, y que fuera un éxito cerrar en falso la comisión de los espías porque llegaban las elecciones vacas y gallegas, o que sea una virtud rechazar las cien propuestas anti crisis que le hizo la oposición en la Asamblea la semana pasada, (cien eran todas, ¿es que no había ninguna que fuera, al menos, interesante?).

El 2 de mayo es una fecha más en el calendario pero ilustra esta distancia sideral que separa al PP del PSM, (y al revés, ciertamente). En algún momento tendrán que acercarse pero mucho me temo que en ambos bandos hay partidarios de la “separación de las placas tectónicas” y contrarios a la teoría del calentamiento global.
Ni unos pueden gobernar en solitario pero con sandwiches, ni otros ser la réplica en el lado oscuro por mucho que mole un cuarteto de cuerda. Decisiones sublimes sí, pero no de las que hacen daño.


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