Sin un líder claro ni un mensaje convincente, el partido republicano lucha ahora por encontrar su sitio en la era
Obama. A medio plazo, el futuro del partido es incierto. Se debate entre moverse más hacia la derecha, lo que alienaría a votantes moderados, independientes y jóvenes o entre modernizar su mensaje para adaptarse a las nuevas circunstancias.
Un debate que han protagonizado
Colin Powell, jefe de la diplomacia estadounidense durante el primer mandato de
George W. Bush, y el ex vicepresidente,
Dick Cheney. El primero propone virar al centro y el segundo cree que hay que volver a los origenes de la ideología conservadora.
“Están en estado de confusión y de crisis”, asegura
Frank Fischer, profesor de la Universidad Rutgers, en Nueva Jersey.
Las última encuestras muestran un partido su peor momento. El porcentaje de norteamericanos que se identifican como republicanos es de un 28%, diez puntos por debajo de los que se identifican como demócratas, que son un 38%. Es la distancia más grande en 24 años e incluso los superan los independientes (29%).
“Obama es el beneficiario de la debilidad de la marca republicana”, añade
Steven Greene, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Carolina del Norte, que atribuye este declive a la herencia de
Bush.
Que una de las voces más influyentes sea un locutor de radio, el conservador
Rush Limbaugh, da una idea del estado en el que se encuentra el partido. Limbaugh tiene una audiencia de más de 13 millones de personas y desde que dijo que quería que fracasaran las políticas económicas de Obama, los demócratas lo han coronado como el portavoz 'de facto' del partido.
Limbaugh no es la voz oficial del partido pero su influencia es real y pocos líderes se atreven a criticarlo. Y los que lo han hecho, como el presidente del partido,
Michael Steele, han tenido que pedir perdón después. Aunque el partido no puede prescindir de los oyentes de Limbaugh, porque son las bases ultraconservadoras sin las que no pueden ganar, tampoco se pueden permitir el lujo de alienar a potenciales republicanos moderados. “El problema de los republicanos es que, cada vez, son más el partido de los hombres blancos, un segmento del electorado que va en descenso”, dice Greene.
Steele asumió el cargo prometiendo cambios para que el partido pueda competir con éxito en el siglo XXI. Quiere abrirlo a afroamericanos y hispanos pero será difícil convencer a los primeros a abandonar al presidente Obama y que los segundos se olviden de la oposición republicana a la reforma migratoria. Pero Steele no acaba de funcionar y algunos de sus posicionamentos son considerados demasiado progresistas para el 'Grand Old Party', como se conoce al partido republicano.
Sin mensaje
De todos modos, el vacío de poder es sólo uno de los muchos problemas de los republicanos, el más grave es la incapacidad de ofrecer una respuesta a la crisis económica. Su mensaje de oposición, que se limita a calificar de 'socialistas' las políticas de la administración Obama y a presionar para un gobierno más pequeño, no está siendo nada efectivo.
Fischer condiciona el éxito de los republicanos al de Obama y vaticina que si el presidente norteamericano consigue mejorar la situación económica, “los republicanos estarán fuera del poder durante muchos tiempo”. “Podría pasar hasta una generación”, apunta este profesor.
Mientrastanto, los republicanos buscan líder para el 2012. Suenan los nombres de la gobernadora de Alaska y excandidata vicepresidencial,
Sarah Palin, el del excandidato
Mitt Romney o el del gobernador de Carolina del Sur,
Mark Sanford o el de Louisiana,
Bobby Jindal. E incluso se ha colado el nombre de un actor,
Gary Sinise.
El partido del ex presidente Bush, tiene por delante un largo camino antes de que puedan presentar una opción consistente que les permita recuperar el Congreso y la Casa Blanca.