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El PP, sin prisa

sábado 24 de marzo de 2007, 14:14h
El principal partido de la oposición y el primer grupo de comunicación de España –en realidad, también de Iberoamérica- están en guerra, una vez que el PP vetó a los medios de Prisa, tras conocerse que su presidente, Jesús Polanco, dijo que en el PP hay quien quiere volver a la Guerra Civil y definió la manifestación convocada por Mariano Rajoy como franquismo puro y duro. Unos y otros se dijeron en realidad muchas más cosas, pero ése podría ser el resumen. Salvo el PP y sus medios afines, fuerzas políticas y asociaciones profesionales condenaron, cuando menos, la limitación del acceso de los periodistas de Prisa a la información.

Polanco fue muy lejos pero el PP, todavía más, al tocar uno de los derechos fundamentales, mientras la profesión periodística se ve arrastrada por la crispación política que unos atribuyen a Zapatero y otros a Rajoy. En realidad, hay quien quiere remontarse a la Guerra Civil para contextualizar lo que está pasando, pero todo parece indicar que esta guerra no lleva mayúsculas y es más sectorial: una batalla más de las muchas que se libran en el inestable sector de la comunicación. Es verdad, sin embargo, que lo acontecido tiene efectos colaterales, que amenazan con dividir –todavía más- a la profesión periodística, como si para ejercerla fuese necesario ser polanquista o antipolanquista.

Nada de lo que está pasando es casual ni está improvisado. En realidad, llueve sobre mojado. Estando el PP en el Gobierno, éste había lanzado una ofensiva contra Prisa apoyándose en una Telefónica títere y, secundado por un juez que luego resultó ser un prevaricador, estuvo a punto de mandar a Polanco a la cárcel, al tiempo que sus negocios se tambaleaban, sacudidos por el cash-flow de la Telefónica que manejaba Villalonga, entonces íntimo de Aznar. Fue en esa guerra mediática y no en la Guerra Civil donde germinó la actual crisis entre el PP y Prisa. Ahora que Polanco ve el final de su mandato en Prisa, donde ya nombró sucesor, quizá creyó oportuno dejar clara su postura ante la historia. Y el PP, que parece no tener prisa por volver al Gobierno, ha entrado al trapo. Rajoy se olvida de que su problema no es satisfacer a sus seis o siete millones de seguidores, sino conquistar a los tres o cuatro millones que pueden moverse entre el PP y el PSOE. Pero ése ya es otro cantar…
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