El Ecuador acaba de despedir a Tránsito Amaguaña, una mujer excepcional, que ha escrito un capítulo de la historia nacional con sus propias acciones, reivindicaciones sociales y conquistas colectivas.
Una lucha de varias décadas, con movilizaciones y marchas interminables y con los pies descalzos para llegar hasta la capital, nos puede ubicar en la verdadera dimensión que tuvo el activismo de esta diminuta indígena que alcanzó una gigante estatura en el país y en la región entera. Solo imaginar 50, 60 o 70 años atrás marchando hacia Quito para exigir, reclamar y demandar nos dan la imagen de la proeza de esta mujer nacida en lo más profundo y fecundo de la nación.
La lucidez para entender que la marginación, el maltrato y la exclusión no podían jamás ser condiciones "normales", por más que en esa época muchos no solo que la admitían, sino que la alentaban, hacen de Tránsito Amaguaña una heroína nacional, puesto que jamás se detuvo a mirar los riesgos, incluso de su propia existencia, para lograr transformaciones y mejorar la vida de las comunidades indígenas y campesinas del Ecuador.
"Nunca nos pidió luchar contra el hermano, contra el blanco, contra el rico", ha declarado una dirigente indígena, recordando las enseñanzas y el ejemplo de "Mama Tránsito" y revelando otro rasgo excepcional de esta mujer: la lucha sin complejos y sin revanchas.
Ella ha vuelto hoy a la tierra de la que salió. La ceremonia de su sepelio ha sido un homenaje a su vida y un compromiso colectivo para continuar luchando por las reivindicaciones en un país multiétnico y multicultural.
Las generaciones presentes y las futuras deben tener presente a esta indígena ecuatoriana no solamente para reivindicar su vida, sino para contar cómo la exclusión y la marginalidad pueden ser revertidas hasta transformarse en sólidos cimientos para edificar una sociedad menos desigual y más incluyente.