El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se reunió ayer por el riesgo para la paz y la estabilidad en el noreste del Asia debido al ensayo nuclear subterráneo de Corea del Norte y el lanzamiento de misiles.
Es la segunda prueba de esta índole que realiza Corea del Norte. La primera, en octubre de 2006, suscitó ya una resolución de condena de las Naciones Unidas, la 1718, que ha sido lesionada con estas nuevas pruebas nucleares, puesto que en esa resolución se las prohibe.
Corea del Norte argumenta el desarrollo de ese tipo de armas como parte de sus medidas para establecer la disuasión nuclear.
No solo países como los Estados Unidos, Rusia y el Japón han expresado su rechazo a las pruebas atómicas de Corea del Norte, sino incluso la China, su aliado tradicional, ha manifestado su oposición a ellas.
La proliferación de armas nucleares, químicas y biológicas es una amenaza para todo el mundo. Todavía luce lejana la posibilidad del desarme mundial nuclear.
En alguna medida, la paradoja de armarse para la disuasión sigue siendo también el argumento de las grandes potencias para conservar el arsenal atómico. No obstante, es clave continuar presionando por la adhesión y respeto al Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares.
Las pruebas atómicas norcoreanas implican un retroceso para la estabilidad y la paz mundiales y aumentan las tensiones en esta región, como han expresado Corea del Sur y el Japón.
Se avizora una reacción más severa de la comunidad internacional. A la par, este desafío norcoreano constituye también una prueba para el presidente Barck Obama y, de alguna manera, puede ser una forma de presión de Pyong para una negociación bilateral con Washington.
La decisión del Consejo de Seguridad es clave para la paz y para aliviar las tensiones creadas por las pruebas nucleares norcoreranas.
Opinión de HOY