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Franco Gamboa Rocabado

Medios de comunicación, anomia y conflicto

Medios de comunicación, anomia y conflicto

martes 16 de junio de 2009, 20:53h

Franco Gamboa Rocabado

 

Medios de comunicación, anomia y conflicto

 

15-06-2009  Los conflictos sociales tienen su explicación en la dinámica interior de las diferentes culturas democráticas; sin embargo, hoy día cualquier conflicto político o económico puede diseminarse inmediatamente gracias al reguero de pólvora colocado por los medios masivos de comunicación. En la vida cotidiana, éstos difunden una ideología que muestra demasiada ambigüedad entre radicalismo e imposición autoritaria de las propuestas más absurdas en torno a una serie de problemáticas, así como un conjunto de versiones unilaterales sobre la crisis de valores en la sociedad y las amenazas que, supuestamente, descansan detrás de las conductas sencillas que desafían a la modernidad reinante.

 

Los medios de comunicación están acostumbrados a transmitir un montón de concepciones donde una expertocracia, ligada a los dueños de periódicos y canales televisivos, concentró las decisiones en las manos de una pequeña élite, la cual tiende a no democratizar la libertad de expresión y las oportunidades de desarrollo y modernización. Al interior de los medios de comunicación se puede encontrar una nebulosa de confusión, antes que claros horizontes ideológicos dignos de analizar.

 

Los medios de comunicación pesan demasiado en la mentalidad de la mayoría y su influencia es ambivalente y dificultosa. Por un lado, los medios hacen ver un mundo democrático y relativamente igualitario donde – en teoría – muchos tienen oportunidades de ascenso social; por otro lado, las imágenes de violencia familiar, étnica y social son expresadas en forma intensiva y sofisticada desde la televisión para polarizar a propósito las opiniones y la conciencia colectiva.

 

El perfil negativo de los mass media hace que los ciudadanos se encuentren frente a un mundo donde no saben cómo orientarse claramente, lo cual da lugar a la anomia colectiva. En la teoría sociológica, la anomia produce frustración y conduce a la violencia. Frente a la frustración irrumpe la agresión desenfrenada para tratar de domesticar el desorden y aprovecharse de los más débiles. El desorden estimulado por los medios de comunicación liquida la gobernabilidad de los sistemas democráticos modernos, exagera los costos de cualquier dificultad y, en consecuencia, la vida cotidiana se atasca en medio de una cadena amenazadora que cabalga entre la anomia, confusión, frustración y agresión.

 

La conducta ética, pacifista y democrática se transforma en un evento frágil. De aquí que la sociedad civil deba obligar a los medios de comunicación a confluir varios compromisos en función de una convivencia sin precipitar los conflictos, sobre la base de alternativas concertadas y una visión de la vida humanamente más simple. Ningún actor o nivel institucional por sí solo obtendrá resultados eficientes sin atraer a los medios de comunicación como aliados renovados, especialmente para combatir la violencia anómica.

Cuando los medios de comunicación detonan cualquier conflicto, se aprecia muy bien de qué manera la sociedad informacional tiende a adaptarse al brote de la anomia constante como si fuera algo normal. Esta dramática normalización de la anomia expresa que el control social de los individuos a cargo de la gestión de los conflictos y las instituciones falla, porque las normas obligatorias a las que debería someterse la acción de los individuos o los grupos corporativos ya no se pueden reconocer con claridad, abriendo el paso a la imposibilidad de prever consecuencias negativas en el largo plazo para planificar correctamente una acción racional, e imponiéndose el resquebrajamiento de las instituciones democráticas hacia el futuro.

 

La población pobre, al conocer un nivel de vida más alto en los principales centros urbanos por medio de la publicidad barata de los medios de comunicación, asume dicha influencia como si fuese una posibilidad inmediata de obtener modernización, y al no poder conquistar el ideal deseado mucha gente elabora una serie de resentimientos junto con actitudes antidemocráticas porque cree que al poner en primera línea los beneficios materiales, todo está al alcance de la mano y todo es posible sin límite alguno. Así se tienen dos tipos de actitudes: primero, uno se aferra irracionalmente a las tradiciones más retrógradas, como es el caso del fundamentalismo étnico; segundo, uno trata de alcanzar ese mundo de satisfacciones volátiles y modernas por el atajo más rápido posible, tomando el fusil en la mano como en el caso de los movimientos sociales violentos que ponen en vilo a cualquier régimen.

 

La gobernabilidad democrática está tensionada en la cotidianidad porque vivimos en una sociedad donde la modernidad, el progreso tecnológico y la implantación de sofisticados medios de comunicación produjeron un estado de desconcierto total, en el cual todo individualismo tiene que abrirse paso en la vida a golpes, incubando peligrosamente diferentes comportamientos antidemocráticos que son difundidos rápidamente por los medios de comunicación.

 

Los mass media instauraron una sociedad de la información donde cualquier persona accede a un mar infinito de información vía internet, televisión por cable, redes globales de datos, o programas de computadoras. Esto significa que el común denominador de las personas ya no requiere de una autoridad que defina pautas de conducta o explique el mundo. Para los mass media, la vida diaria no necesita de intelectuales o patrones políticos de democracia, sino solamente de información parcial, confusa, contradictoria y, muchas veces, irracional.

 

Los medios de comunicación estimulan una ruptura entre la economía internacionalizada y los actores sociales que se fragmentan y orientan hacia sí mismos, más que hacia la vida pública y una democracia reflexiva. Cuando hay esta separación entre la economía, la cultura, el mundo social y político, la capacidad de integración y politización desaparece desatándose los conflictos y múltiples crisis de gobernabilidad. Por lo tanto, el espacio vacío que aparece luego de varias rupturas y conflictos queda ocupado por los mass media – cuya función no es negativa en sí ya que también pueden contribuir a la formación de una opinión pública favorable a pautas de comportamiento relativamente condescendiente –. El principal problema radica en que los medios de comunicación forman una especie de neblina en la vida política que no puede ser disipada por la lluvia; es decir, no puede convertirse en una gobernabilidad clara con estrategias políticas de integración y visiones de futuro.

 

Si bien no podemos convertirnos en teólogos medievales para quemar la televisión inaugurando una inquisición anti-mediática, tenemos que comprender que los medios de comunicación no son solamente las noticias, sino que representan un poder para construir una realidad, en gran medida inexistente. Sin duda, hoy día existe tal oferta comunicacional que uno también puede solazarse con reportajes de investigación, análisis y páginas culturales impecables. La televisión no es del todo entretenimiento o aburrimiento. No se puede negar que los reportajes de la BBC, CNN o Transtel orientan y educan bastante. Los mass media tienen diferentes alternativas para hacer comprensible la realidad. No serían un gran negocio si solamente fueran manipulación o meros instrumentos de difusión cultural y publicitaria.

 

El punto neurálgico radica en que los medios de comunicación no deben convertirse en un poder omnímodo. Todo lo contrario, tienen que ser plurales porque la radio y la televisión están cada vez más diversificadas. Los medios de comunicación y las maravillas de la tecnología como bases de datos por medio de internet posibilitan una educación nueva, donde toda persona es capaz de programar el desarrollo de sus capacidades. Esta es la palabra clave para regresar a un orden democrático: programar nuestras ideas en la vida diaria, organizar la complejidad del mundo contemporáneo y auto-determinarse individualmente en función de lo que nos interesa. Así, los medios de comunicación serían un instrumento y no un fin en sí mismo para la dominación y una invitación a los conflictos.

 

Estas circunstancias tienen que dar lugar a la aparición de líderes éticos en muchos ámbitos de la sociedad civil. Periodistas respetables con un sentido de tolerancia fundamental, profesionales y representantes cívicos. Éstos podrían embeberse de las fuentes de información masivas y articular un discurso en el que expresan los problemas de la sociedad y contribuyen a identificar otras formas de gobernabilidad desde los micro-espacios de una vida cotidiana más racional, haciendo frente a las agresiones del poder político y al mercado enceguecido por la acumulación sin calidad humana.

 

Aquellos posibles líderes éticos quisieran que la información masiva se democratice y alcance a todo ciudadano para que sea éste quien comprenda las cosas por sí mismo, gracias a la reflexión. Estas posibilidades constituirían un nuevo sentido para el liderazgo que debemos rescatar, junto a las movilizaciones que pugnan por participar en los procesos económicos y políticos, en función de alcanzar un mejor orden social.

 

Los líderes éticos y un nuevo tipo de medios de comunicación pueden contribuir a tomar conciencia sobre cuál es nuestra situación, como paso previo al razonamiento personal y haciendo uso de múltiples núcleos de información. Esto viabilizaría la gestación de proyectos democráticos alternativos, con el objetivo de habitar en una sociedad abierta que estimule el respeto a uno mismo y a los demás.

 

Franco Gamboa Rocabado, sociólogo político, miembro de Yale World Fellows Program, [email protected]

 

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