La tensa relación del presidente Evo Morales con el Gobierno peruano pone en evidencia un rasgo característico del manejo de la política internacional boliviana de los últimos tres años: lo que prima es el interés del Gobierno, no el interés del pueblo boliviano.
Desde el inicio del gobierno de Morales hemos tenido algún tipo de problema con al menos una docena de países: con el Paraguay, en tres oportunidades, debido a dos asilados acusados de asesinato, por invasión de territorio y por secuestro de un ciudadano; con el Perú, en cinco oportunidades: por la negativa a extraditar a Wálter Chávez, por la firma del TLC peruano, por el peso del presidente García, por el asilo a ex ministros de Sánchez de Lozada, por apoyar la rebelión y la revolución indígena en el Perú; con España y con Italia, por las nacionalizaciones; con Brasil y Argentina, por el gas; con Irlanda y Hungría, por la muerte de los supuestos terroristas en Santa Cruz; con Israel, por las relaciones con Irán; con Estados Unidos, en múltiples oportunidades: desde la expulsión de Goldberg y Martínez hasta la de la DEA y las denuncias contra los proyectos de USAID; con Colombia, por apoyar a Chávez, y con el Ecuador, porque Correa no quiere parecerse a Morales; de yapa, el Presidente pidió enfáticamente que lo expulsen de la OEA.
Cambiar a Estados Unidos por Rusia, al Brasil por Venezuela y al Perú por Chile. ¿Será un cambio intencional de timón en la política exterior? ¿Será que en lugar de las transnacionales europeas y norteamericanas ahora se llevarán nuestros recursos naturales las transnacionales rusas e iraníes?
En ninguna de estas decisiones de política exterior se toma en cuenta qué es lo mejor para el pueblo boliviano. ¿Será que en realidad se busca revertir la suspensión del ATPDEA? ¿Será que por pelearse con el capitalismo mundial y con el neoliberalismo se afecten las relaciones comerciales con el Perú? ¿Será que continúen inmutables las óptimas relaciones con Venezuela a pesar de que nos sustituirá en la venta de gas a la Argentina?
Lo que debe quedar claro es que estas decisiones tienen efectos, y varias de ellas tienen efectos económicos. ¿Dónde quedan los intereses de los paceños y alteños que votaron por el MAS?, ya que quienes más han perdido en la lucha contra el imperialismo han sido los alteños al perder mercados, la Policía con la salida de la DEA, y si siguen cuesta abajo las relaciones con el Perú, ¿serán los contrabandistas paceños los que más pierdan? ¿Esos contrabandistas que sacaron a las Fuerzas Armadas a palos de Desaguadero votarán por el MAS otra vez?
A escala internacional, antes a Bolivia la conocían por dos cosas: porque aquí murió el Che Guevara y porque tuvimos un Presidente narcotraficante. Hace algún tiempo todos nos conocen por Evo Morales, el “primer Presidente indio”. Cuando inició su Gobierno era un ejemplo del éxito de la democracia en Bolivia y hasta su chompita se puso de moda, y así sencillo y enchompado nadie percibía que en realidad era el “destructor del capitalismo mundial”, el “terminator del neoliberalismo”. Ahora lo ven de otra manera, si bien para algunos sigue siendo el “Libertador de los indios del mundo”, para otros muchos —y cada vez más— no pasa de un caudillo autoritario. ¿Qué será Evo Morales para Bolivia de aquí a algún tiempo? ¿Quedará nomás como el último caudillo del viejo sistema o dejará un estigma sobre los bolivianos aymaras o bolivianos quechuas que también quieran ser presidentes?
* Politóloga
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