www.diariocritico.com
¿Debe hacer autocrítica el Gobierno?

¿Debe hacer autocrítica el Gobierno?

sábado 04 de julio de 2009, 10:56h
Lo que va de Saiz a Sanz

    Hace poco más de dos meses, desde el Gobierno se defendía a Alberto Saiz, director del Centro Nacional de Inteligencia, como un funcionario honesto y eficaz que había obtenido grandes éxitos contra el terrorismo. Entonces, vulnerando el espíritu de la ley del Centro, que prevé un mandato limitado a cinco años para el jefe de los servicios secretos, se prorrogó a Saiz en el cargo, ante la extrañeza de muchos. Por entonces, ya se conocían algunas de las cosas que los medios han ido narrando sobre el ya ex director, incluyendo la mayoritaria hostilidad con la que le distinguían los agentes del Centro y el consiguiente deterioro del funcionamiento de uns institución tan importante para la seguridad de los españoles.
 
    Esta semana, forzado por las circunstancias, Saiz arrojaba al fin la toalla, cuando sus planes de venganza contra los agentes ‘filtradores’ no pudieron consumarse porque el Gobierno, dividido en torno a su persona, no lo autorizó. El anuncio de su dimisión llegó acompañado del nombre de su sucesor, el general Félix Sanz Roldán, ex jefe del Estado Mayor de la Defensa, un militar culto, políglota, cosmopolita y moderado, es decir, poseedor de cualidades de las que su antecesor claramente carecía. Vuelve el espionaje a lo castrense, aunque la mayoría de los agentes son ya civiles, reclutados a partir de la Universidad.
 
    Lo que no hemos visto ni oído son los golpes de pecho del Ejecutivo por su desliz al prorrogar artificialmente, el pasado 24 de abril, el mandato de un hombre que era claramente inadecuado para el cargo. Sabemos que los ministros de Defensa e Interior estaban contra esa prórroga, pero que, finalmente, se impuso la tesis de la vicepresidenta Fernández de la Vega; lo que nunca nos han contado son las interioridades de esa pelea cuyo primer ‘round’ ganó De la Vega, aunque perdiese finalmente el combate.
 
Garoña, como síntoma
 
   He titulado este resumen semanal preguntándome, y preguntando, si el Gobierno debe hacer autocrítica. NO me refería solamente al caso del ya ex jefe de los espías. El cierre o no de la central nuclear de Garoña me parece también sintomático: en el Gobierno subsisten distintas teorías –y no pasa nada; es hasta lógico—sobre la relevancia que debe darse a la energía nuclear. La solución, algo salomónica, sobre Garoña, que estará abierta hasta 2013  --para luego convertirse…en un parador de Turismo--, es una muestra de que el debate interno está vivo.
 
   Lo que no puede ser es que el muy legítimo sentimiento antinuclear del presidente Zapatero se fundamente en datos que él ofrece y que nada tienen que ver con la realidad internacional. ZP ofreció cifras sobre el tiempo de vida de las centrales, su implantación en el mundo y el ritmo de construcción de las mismas en otros países que eran, pura y simplemente, falsos, según se encargaron de demostrar varios ‘lobbies’ pro-nucleares. Ya sé que hay muchos intereses, más o menos ocultos, tras este debate, pero creo que el jefe del Gobierno no debe ser pillado ‘in fraganti’ a la hora del dato, no de la opinión.
 
    Es, me temo, un síntoma: al presidente, en ocasiones, le abandonan el dato, la cifra, la coyuntura reales. Nunca he dudado de la buena voluntad de Zapatero ni de su rectitud de miras. Pero, para ser un hombre con tantos asesores, a veces –solo a veces—da la impresión de estar un pelín desinformado. O de querer que la realidad pase por sus particulares parámetros. Pero ya digo: aquí, de autocrítica, nada.
 
Brotes tirando a verdes
 
   Eso sí: el optimismo antropológico del presidente se ve a veces recompensado con alguna tenue luz de esperanza en medio de la gris crisis. Me pareció afortunada la metáfora de Elena Salgado hablando de “brotes verdes”, aunque quienes quieren verlo todo negro se le echaran encima. Brote verde son las cifras del paro, todo lo coyunturales que usted quiera; verde es la recuperación del sector del automóvil y tirando a verde es el informe mensual del Banco de España, entidad cada día más claramente independiente –ah, cuántos disgustos ha dado ese gobernador Fernández Ordóñez, al que creyeron de los suyos…--. Un informe que advierte que la cosa sigue regular tirando a mal, pero que mejora algo el consumo privado y que se ha moderado el ritmo de empeoramiento del mercado laboral.
 
    No es para echar las campanas al vuelo, pero, al menos, es un primer indicio esperanzador, mientras los cuchillos se siguen afilando en lo tocante a la reestructuración del sector financiero y se estanca el diálogo social.
 
    Por cierto: ¿lo está haciendo bien el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, en quien tantas esperanzas se había depositado? Me consta que algunas publicaciones andan ya preparando resúmenes críticos de cómo ha sido este tremendo curso político, que ha incorporado hasta una crisis de gobierno y unas elecciones europeas. Y la valoración media del elenco ministerial no da ni para volver a examinarse en septiembre, sino para repetir curso. Por eso digo que acaso un poco de autocrítica, ‘rara avis’ en estos pagos, y me refiero a toda la clase política (ay, ese ‘affaire Bárcenas’, que amarga los viajes de Rajoy…), no vendría mal.
 
Menos mal que nos queda Patxi López
 
   Zapatero recibía esta semana a Patxi López, el ‘Obama de Portugalete’, en La Moncloa. Pienso que el lehendakari dice muchas cosas sensatas, aunque algunos se empeñen en echarle encima las hemerotecas con lo que afirmaba en el pasado. Ha sido, López, el gran éxito de Zapatero en esta Legislatura, el único éxito tal vez. En un país en el que, como ocurre en España, el sentido del Estado es tan débil, cuando en Cataluña el idioma español se debilita por iniciativa de un president de la Generalitat venido de Córdoba, cuando el debate sobre la financiación autonómica está poniendo en quiebra la misma idea del Estado autonómico, reconforta que un señor apellidado López vaya por ahí soltando frases, tópicos si usted quiere, que tanto tienen que ver con el sentido común. Y, así, el lehendakari –fíjese usted qué gesto tan normal—ha viajado a Madrid y luego a Navarra, donde se ha abrazado con otro señor normal apellidado Sanz (Miguel) y ha restablecido las relaciones oficiales con el vecino, que el antecesor del lehendakari López, un ex llamado Ibarretxe, se había empeñado en enturbiar. Lo mismo que con Cantabria o con Castilla y León.
 
   Allá los atavismos que se inculcaron desde Ajuria Enea y dependencias anejas a una parte de los vascos, que aún se empeñan, dice el Euskobarómetro, en desconfiar del gobierno de López. A mí, López me da más confianza que ese Ibarretxe que se empeñaba en no viajar a Madrid, ni a Pamplona, ni a Santander, ni a Valladolid. Menos mal que nos quedan Patxi López, o los Sanz, para certificar que algo se hace bien. De lo contrario, el Gobierno se tendría que estar todo el día dando esos golpes de pecho a los que tan poco aficionados son él y todos sus colegas, sean del partido que sean.
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios