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Malas compañías

Malas compañías

lunes 13 de julio de 2009, 18:07h
Muchas veces se escucha esa referencia a las malas compañías. Unas veces como exculpación de conductas torcidas. Una buena persona que cae en acciones reprobables no  por su propia naturaleza sino por el influjo de malas compañías. Otras como prevención educativa: se deben evitar las malas compañías. En cualquier caso se trata de una consideración ética, no de una norma jurídica. No se trata de una figura penal sino de una cautela. Como delito no existen las malas compañías sino las malas acciones que no tendrían ocasión de producirse sin la previa convivencia con las malas compañías.

Vivimos la lamentable actualidad de sospechas o indicios de corrupción en la vida política que solo corresponde juzgar a los tribunales. No es oportuno hacer juicios paralelos en los medios que, sin embargo, se hacen, a veces con abuso de la libertad informativa o con filtraciones interesadas. Pero es inevitable opinar sobre las relaciones inapropiadas de políticos en activo con tramas corruptas. Todos sabemos que la vida política impone contactos con la realidad social y el roce con todo tipo de personas y colectivos. Pero una cosa es el roce o el diálogo y otra el compadreo y las amistades peligrosas.

    Pasarán de actualidad ciertos temas y personas y se resolverán mejor o peor acusaciones o sospechas. No sabemos, hoy por hoy, si para condena o absolución de los protagonistas. Pero lo que no pasará es el desprestigio que supone para el rango y la imagen de algunos políticos haber aparecido estrechamente relacionados con amigotes poco recomendables. Con responsabilidades jurídicas o sin ellas permanecerá la desconfianza en quienes se han permitido excesiva cercanía con ambientes de corrupción. Las malas compañías son desaconsejables para cualquiera pero, para los políticos, tienen casi siempre consecuencias fatales.
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