Es grave constatar que la política informativa del gobierno del presidente Correa parece basarse fundamentalmente en aquel refrán que dice: "una mentira repetida, a la larga, se convierte en verdad".
Desde que inició su gestión, pese a las palabras a favor de la libertad de expresión y prensa que pronunció en distintos eventos periodísticos a los que concurrió, pese a su pedido de que la prensa monitoree a su gobierno en el cumplimiento de la ley de acceso a la información y lucha contra la corrupción, conforme avanza su mandato va destruyendo la débil institucionalidad del país.
El presidente Correa ha arreciado en su ataque a las voces disidentes, la mayoría de ellas expresadas por aquellos periodistas y medios independientes a los que ha calificado, muchas veces, de corruptos, mentirosos, manipuladores, horrorosos, etc.
Arremete contra algunos diarios acusándolos de mentirosos por publicar notas de interés nacional, como la contratación inmoral e ilegal de sus parientes con el Estado, el ocultamiento de información, el abuso del poder en viajes inútiles, las negociaciones poco claras con los gobiernos de Chávez, Ahmadineyad y Morales; las emergencias de todo tipo, la compra de armamento, de insumos hospitalarios, de insumos petroleros, la declaración de deuda ilegal y posterior negociación forzada, etc.
La mentira justamente estaría presente en estos actos de gobierno y para ocultarla se ha armado una estrategia para tratar de convencer al público de la supuesta "corrupción" de los medios que lo critican. Pero a más de insultar a quienes discrepan, el Presidente no aclara esos hechos que la prensa, pese a la falta de transparencia del gobierno, logra descubrir.
Algún día se conocerá más de lo que "el llamado gobierno de la revolución ciudadana y de las manos limpias" está haciendo. En ese instante se verificaría la verdad de otra sentencia: "más pronto cae al mentiroso que el ladrón".