El presidente Correa ha dicho que el 70 % de los ecuatorianos apoya su gestión, que los resultados adversos que al respecto reflejan recientes encuestas se deben a la mala imagen que de él proyectan los medios de comunicación, pero que esos encuestados, a la hora de votar, le darían su voto. Es lo que en el argot político se denomina voto vergonzante y del que fue beneficiario, por ejemplo, el ex presidente Bucaram.
Una encuestadora privada informó que a principios de octubre Correa tenía un 58% de apoyo, 16 puntos menos que el 74% de enero pasado. Otra advirtió un ligero descenso de la popularidad de Correa, cuyo índice situó en el 55 %, tres puntos menos que en septiembre. Y una tercera, afirmó que su popularidad bajó al 49 %, del 51 % que gozaba al inició de su segundo mandato.
Los universitarios, indígenas, estudiantes y maestros aún no habían llevado a medidas de hecho su rechazo a varios proyectos de ley.
Tampoco no metabolizábamos el diálogo de un dirigente de la Conaie con el Presidente, en éste preguntó quién había sido el estúpido que dijo que la población indígena era de apenas el 2%, y aquél le contestó: “Usted, señor Presidente”.
Que sea el Vicepresidente quien tenga que dar ahora la cara es una muestra de que la popularidad de Correa está de caída. Por eso sus gurús publicitarios lo mandaron a Oxford a ganar algo de credibilidad profesional y a Rusia, para tratar de afianzar su calidad de estadista. Dos cualidades que ya muchos dudan que tenga o haya tenido alguna vez el líder de la revolución ciudadana.