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Selva de odio

Selva de odio

lunes 14 de diciembre de 2009, 20:25h


La esperanza que existe, en un régimen democrático, de encontrar soluciones a necesidades padecidas por mucho tiempo, tiene relación directa con el anhelo de fortalecer el bien inapreciable de la paz que ha sido la mejor herencia que hemos recibido de nuestros antepasados. Debemos tener en cuenta que, tanto la esperanza de solucionar necesidades insatisfechas, como la esperanza de profundizar las condiciones de paz interna en nuestra tierra, se han dado bajo la supuesta existencia de un marco jurídico o estado de derecho que sea respetado por todos… por gobernantes y por gobernados, que ha existido desde que se concibió un hipotético pacto social, al principio de la historia de la humanidad. En la época en que los hombres vivían en las cavernas, y en que el odio, la intolerancia y los enfrentamientos eran fundamentales en el instinto de conservación, quienes tenían mejores posibilidades de sobrevivir y de ejercer poder, eran los más fuertes. Los que gritaban más.

Los que tenían mayor capacidad de intimidar y de agredir a los demás, individualmente… o en manadas. Tenía vigencia, igual que en el Reino Animal... la ley de la selva. Para evitar su propio exterminio la especie humana logró superar a otra clase de fieras salvajes que se extinguieron despedazándose a dentelladas entre sí, y para poder sobrevivir tuvo que sumar fuerzas con otros hombres, y actuando concertadamente pudieron protegerse, por medio de la suma de varias voluntades, en que todos y cada uno de los individuos entregaron a la comunidad sus propios intereses, sin reservas ni condiciones, y con ello se ganó en el bien común el equivalente de todo lo que aparentemente se perdió. Ese paso de la ley de la selva... a la civilización o vigencia del estado de derecho produjo en el hombre un cambio muy notable, sustituyendo en su conducta el instinto animal primitivo, por la acción racional, típicamente humana.

Lamentablemente, desde hace casi tres años, aquí en nuestro país, desde el Gobierno, se pretende volver al pasado, tanto ideológica como metodológicamente, inculcando con propaganda masiva criterios y sentimientos ajenos a la estructura ética y formación humana de nuestra gente. Se siembran el odio, el resentimiento, la envidia, la fragmentación social y el convencimiento de que desde las calles, en forma tumultuaria, hay que imponer los propios intereses…

Debemos condenar la cultura de la confrontación que tanto daño ha hecho a nuestro país en su historia, frente al mundo contemporáneo en que los grandes problemas solamente pueden ser resueltos mediante concertaciones o acuerdos políticos y sociales que deban cumplirse a mediano y largo plazo, en lugar de volver a la selva del odio.

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