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Cuidando el camello

Cuidando el camello

lunes 04 de enero de 2010, 18:06h

Muchas veces se ha repetido que el presidente Correa pretende perpetuarse en su cargo. Y sí, algunas reformas incluidas en la Constitución de Montecristi (reelección inmediata), o las modificaciones a las reglas electorales (franjas publicitarias) o la manera en que el amigo Alvarado ha manejado la publicidad oficial, pueden dar lugar a esa maliciosa sospecha. Pero lo que nadie se ha detenido a pensar es que posiblemente este afán por mantenerse en la Presidencia no se deba a esas ínfulas dictatoriales y caudillistas que nuestro Mandatario deja entrever cada tanto, sino a un sentimiento mucho más elemental y comprensible: el de supervivencia.

Es que el presidente Correa, inteligente como es, probablemente se haya dado cuenta de que, una vez concluido su mandato, tal vez le sea difícil encontrar otro “camello”. En la Universidad en la que estudió o en la que se desempeñó como profesor durante varios años, parece complicado que le ofrezcan volver a ejercer la docencia, por lo que la opción de regresar a la Academia se torna remota.
 
Trabajar en algún medio de comunicación luce aún menos factible. Y en el resto del sector privado las posibilidades tampoco serían muchas. No tanto por la manera, digamos poco amistosa, en que el Gobierno se ha comportado con el sector empresarial, sino sobre todo por las propias aptitudes gerenciales del Presidente.

Es que ningún dueño de empresa, en su sano juicio, contrataría como gerente (porque nuestro Presidente no está para tener de jefe a nadie, salvo quizás alguna excepción en un país cercano) a alguien que luego de tres años de gestión continúe culpando a sus antecesores por las fallas de la empresa, o, peor aún, a alguien que, muy campante, presente un presupuesto anual totalmente descuadrado y que, para colmo, esté peleado con todos los bancos.

De modo que la próxima vez que critiquemos al Presidente por querer perpetuarse en el poder, mejor pongámonos en su lugar y pensemos en lo duro que debe ser para un hombre joven y  preparado como él imaginarse sin trabajo luego de entregar su cargo. ¡Pobrecito!

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