lunes 03 de mayo de 2010, 21:37h
Ya lo han visto. Fátima Mohamed Kaddur, la ex concejala del PP en el Ayuntamiento de la localidad sevillana de Gines. se ha dado de baja en el partido al considerarse "discriminada" por su formación política en el asunto del velo islámico o hiyab. Y no porque el PP de Gines le prohibiera usarlo, no, sino por solidaridad con la niñata del IES Camilo José Cela de Pozuelo de Alarcón, Najwa Malha, quien se empeña en ir a clase con el dichoso pañuelito de la cultura árabe y las normas del Instituto no se lo consienten. La verdad es que la tal Fátima se ha ido del PP, según cuentan, dos minutos antes de que el partido la echara ya que, al parecer, ni acudía a las reuniones del Grupo municipal, ni le importaba un comino (especie también árabe) el pueblo al que debería representar y mucho nos tememos que acabe militando en el PSOE. La noticia ha merecido carácter de primera plana en algunos medios no sólo locales sino regionales y nacionales. Porque ya se sabe que aquí, en España, somos los más tolerantes y demócratas de todas las civilizaciones del mundo mundial y nos echamos las manos a la cabeza y nos indignamos una hartá cuando los derechos humanos de los más débiles son pisoteados. Estupendos. Somos estupendos. No nos cabreamos cuando vemos en algunas ciudades españolas a un tío que lleva detrás, como si fuese una reata de mulas, dos o tres mujeres cubiertas de negro de los pies a la cabeza, no ya con el famoso hiyab, sino con esa especie de cárcel móvil y de luto que es el burka. Están en su derecho, decimos. Es su costumbre, añadimos. Nosotros, concluímos, no podemos impedir que profesen una religión aunque ésta margine a la mujer y la trate como un animal. Somos de culturas distintas.
Pues resulta que sí. Que sí podemos impedir algunas cosas que pensamos que no están bien y que no respetan al ser humano, ya sea hombre, mujer, niño o niña. La mayoría de ustedes no consentiría que unos invitados a su casa se presentaran en bolas aunque fuesen de ideología nudista ni que portaran armas de fuego o consumieran cocaína por más que se ganaran la vida como narcotraficantes. Al menos en su casa deberían de comportarse como el anfitrión exige y no como ellos quieran. De no hacerlo, usted tiene su derecho de admisión reconocido. En sus propias casas o en la calle que se vistan como quieran y que profesen lo que les venga en gana. Personalmente no me gusta un carajo quitarme los zapatos, pero si tengo que visitar una mezquita, acepto sus normas y me los quito, como mi mujer se tiene que poner una especie de chilaba que le cubra de pies a cabeza. Son sus normas y las cumplimos. ¿Por qué ellos tienen que estar exentos de cumplir las nuestras? Pero como nosotros, gracias al buenismo de Zapatero, somos más tolerantes que nadie, no nos importa, o no nos debe importar que los islamistas tapen sus caras con el velo o el burka o que le hagan la ablación del clítoris a sus niñas. ¡Qué tolerantes somos! ¿Y qué gilipollas! Entremeterse en ello sería atentar contra su respetada ideología. Después, claro, pasa lo que pasa. Que a algunos les da por colocar bombas en los trenes para cepillarse a trescientas personas y la culpa no la tienen las células radicales de Bin Laden sino el ex presidente Aznar que se hizo la famosa fotografía de las Azores con Bush y ha provocado la ira de los talibanes.
Dice un amable lector que a él le gustaría ser francés. Comparto su opinión. Yo lo tengo cada día más claro. A ver si hay suerte y la Unión Europea reconoce la doble nacionalidad entre los paìses miembros. Me apuntaría a gabacho sin dudarlo un solo momento. Al menos más allá de los Pirineos tienen las cosas claras con las tonterías de los velos islámicos. Y no es por falta de cultura democrática. Los franceses hicieron la Revolución un siglo antes que nosotros y nos llevan muchos años de adelanto en cultura democrática. A ver si vamos aprendiendo y se nos pega algo. Aunque sólo sea un presidente parecido a Sarkozy...Aunque, por desgracia, no caerá esa breva.