De diseño, en el Prado
lunes 07 de mayo de 2007, 11:15h
Cuando la aristocracia desciende a la base social del pueblo, cuando se une a la pancarta del ecologismo y arrima su reivindicación a la protesta de una plataforma, es que hay intereses personales normalmente no confesables en su fondo. La baronesa Thyssen, de soltera Tita Cervera y otras cosas, pensó que protestar una vez al año no hace daño, y el pasado sábado, con ecologistas y plataformistas, se plantó de nuevo, un año después, en el paseo del Prado, frente al museo que lleva el nombre de su marido, para pedir que no se talen esos árboles que dan sombra y frescor a la pinacoteca donde tiene puesta la colección heredada. No importa que Gallardón le dijera en su día, que esa tala que ella denuncia no va a ser como dice; no importa que hace un año el alcalde decidiera paralizar el proyecto de remodelación del eje Prado-Recoletos y dejar la decisión para después de las elecciones; la baronesa, erre que erre, se olvida de acuerdos y promesas y le exige a Gallardón que se pronuncie sobre este asunto antes de que se celebren las elecciones. Me gustaría saber el oscuro o claro objeto del deseo de la baronesa para poner tanto énfasis en la defensa medio ambiental de ese proyecto de remodelación de Prado-Recoletos, que según los técnicos no supone ningún atentado contra integridad medio ambiental del Museo Thyssen y que además fue aprobado sin ningún pero por la propia Fundación del Museo.
Pero la imagen del sábado era, cuando menos curiosa, casi simpática: entre desastrados ecologistas y melenudos plataformista, todo el glamour de la aristocracia, con la señora baronesa maquillada para la ocasión, vestida de modisto de pompa y tronío y simuladamente encadenada a un árbol que supongo fue adecentado y fumigado para la ocasión, con una inmensa cadena reluciente, de estreno, y quien sabe si de diseño. La señora baronesa, con todo su esplendor, hace acto de presencia en la campaña electoral, reta al alcalde, hace causa común con el pueblo, se encadena con el pueblo, se une a la pancarta y a la reivindicación, y si la cosa se pone a tiro, la baronesa Thyssen terminará presidiendo la asociación de vecinos de la Meseta de Orcasitas, para poder manchar un poco de barro los tacones de sus aristocráticos zapatos de piel de cocodrilo.