La calumnia orquestada por los personeros de las estructuras económico-sociales del neocolonialismo globalizado es un verdadero atentado de lesa patria, porque busca frenar el ingreso de la Argentina a una etapa sostenible de bienestar en el trabajo y la solidaridad.
Las oposiciones que son minorías, mediante argumentos de vanguardia esclerosada, critican a mansalva, aprovechando la libertad de expresión para poner en práctica la libertad de difamación. Pero la realidad les pone límites. Nadie puede mentir todo el tiempo al solo efecto de posicionarse ante las próximas elecciones.
"¿De cuántas infamias se compone el éxito?”, alguna vez se preguntó Balzac. Valdría la pena que las oposiciones se hicieran la misma pregunta antes de especular hasta el hartazgo sin cansarse de poner palos en la rueda.
Cuando la pobreza, la indigencia y la desocupación han sido rebajadas a niveles inéditos, y de mantenerse este rumbo acelerado de progreso social, podremos alcanzar el pleno empleo, los agentes de la disolución y el confusionismo ideológico perpetran el peor de los atentados: desacreditar la investidura presidencial y al
partido de gobierno. Un descrédito cuyo fin es egoísta y pernicioso: destruir lo andado para devolver los privilegios a los grupos concentrados y expoliadores de la renta nacional.
Quienes jamás pretendimos reemplazar al periodismo creemos tener el derecho a difundir nuestras ideas. Por tanto nadie nos puede tapar la boca en nombre de una profesión medular en el desarrollo de la democracia. Pero lo que está en juego no es la libertad de prensa. Hay un debate tenso, es cierto. Un debate
necesario, que defina la discusión plural del papel que cada actor debe desempeñar en una patria mejor, inclusiva y digna.
En este debate quedan afuera el apego a la mentira, la soberbia intelectual, la bufonada chauvinista, la autosuficiencia. La misma dinámica de la discusión se encarga de punir esas debilidades inmanentes a las personalidades ajenas al devenir nacional y popular, que suelen prescindir de lo tradicional y original para convertirse en felpudos de la inteligencia globalizada. Aquí la historia se repite como ridículo, del que nadie vuelve (Perón dixit).
Nos duele en el alma que haya políticos y sindicalistas, empresarios y comunicadores al servicio de tan oscuros intereses.
Tanto desatino adverso al funcionamiento normal de las instituciones los lleva a inventar opciones ficticias, serviles a una agenda irreal, servil a las fuerzas reaccionarias nativas, siempre dispuestas a levantar muros y polarizaciones, donde es necesario la convivencia y el diálogo democráticos que coadyuven a la apertura de ideas y al encuentro fraternal y constructivo, que fortalezcan las bases de un nuevo proyecto de patria para todos, generoso y promisorio, audaz y revolucionario.
Nos inspiramos en la historia grande de los argentinos que fue construida a fuerza de pueblo, bajo la sospecha permanente de los gendarmes del odio paralizante y regresivo. Distantes de la claque alcahueta de cuanto dislate antidemocrático anduvo dando vueltas.
Ellos, los puros y fusiladores del 55. Ellos, los salvadores y asesinos del 76. Ellos, los oportunistas huidizos del 2001...
Las historia grande demuestra que la lucha por la felicidad del pueblo y la dignidad de la nación nos depara indefectiblemente la calumnia de quienes hacen de la libertad de prensa un culto a la concentración económica y excluyente. Pero siempre el viento de la organización popular arrasa las parcialidades violentas y egoístas, abriéndole paso a la conducción legítima de la nueva Argentina democrática, justa y soberana.
José María Díaz Bancalari
Diputado de la Nación.