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'Un millardito': el pecado original

"Un millardito": el pecado original

jueves 03 de junio de 2010, 00:49h

El salario real de los venezolanos se derrumba en medio del caos inflacionario y la locura destructiva

Al observar el caos en el cual está sumido el mercado cambiario venezolano, a uno no le queda más remedio que revisar las causas del mismo. Lo primero que me viene a la mente -entre muchísimas otras razones- es el último programa dominical del presidente de la República en el año 2003. Allí, recurriendo a súplicas y amenazas, le exigía al Banco Central de Venezuela que le entregara "un millardito" de las reservas internacionales para financiar lo que él denominaba "la punta de lanza de la revolución agrícola": el plan Zamora. Aquel "millardito" es en buena medida el símbolo de lo que habría de venir.

Lo que exigía, por supuesto, no se podía hacer conforme a la ley que regía el BCV, porque el instituto no podía financiar el déficit fiscal ni el Gobierno era dueño de las reservas. Lo que se le pedía a los directivos del instituto es que buscasen un subterfugio para cumplir con los deseos presidenciales. De hecho, el instituto se las arregló para canalizar los fondos por otras vías.

Gobernar no consiste en trampear la ley. La autonomía de los bancos centrales tiene una razón de ser. Se ha demostrado hasta la saciedad que cuando las instituciones que emiten moneda se arrodillan frente a los gobiernos, terminan -de una u otra forma- imprimiendo dinero inorgánico para cubrir el déficit fiscal, desatando así una tragedia inflacionaria. Tal situación se torna tanto más grave cuando se trata de gobiernos populistas y dogmáticos que desprecian (o ignoran) hasta los más elementales fundamentos de la economía.

Pobre de los pueblos a quienes les toca vivir tal situación. Inevitablemente terminarán sumidos en la miseria a menos que logren cambiar el rumbo. La única manera de superar los problemas de la pobreza es creando riqueza y distribuyéndola de manera equitativa en la sociedad.

No es posible cumplir con tales metas pisoteando la seguridad jurídica que constituye la base elemental de la confianza. Porque cuando hay confianza hay inversión, crece el empleo y mejoran los salarios; cuando ello ocurre, aumenta el consumo, con lo cual se requieren inversiones adicionales para satisfacer los bienes adicionales que reclama la sociedad. Así, en ondas sucesivas, crecen las inversiones, el empleo, los salarios y el consumo. Por esa vía, los países se enrumban por un círculo virtuoso de crecimiento que a todos beneficia.

Lo malo es que el mecanismo también puede operar a la inversa en cuyo caso las sociedades corren el riesgo de precipitarse por un círculo vicioso de empobrecimiento. En un país con tantos recursos como Venezuela, la diferencia entre el círculo virtuoso de crecimiento y el círculo vicioso de empobrecimiento depende de una elección. La sociedad puede decidir si quiere ser pobre o si quiere progresar. Si el pueblo se deja engañar por líderes populistas, inexorablemente termina condenado a la miseria.

A partir de aquel histórico "millardito" -el pecado original- el juego estaba cantado. Después, a través de varias modificaciones de su ley, el organismo fue tomado por asalto y sus funciones ya no corresponden a las de un Banco Central. Hoy es un brazo más de la revolución, armado con la letal potestad de imprimir dinero inorgánico para financiar el déficit fiscal. El daño a la economía venezolana es abismal.

Aquel "millardito" inicial ya se ha transformado en 38 "millarditos" de dólares que de sus reservas internacionales el Banco Central de Venezuela le ha traspasado al Fonden. ¿Cómo los ha gastado el ente? ¡Nadie lo sabe! Ni siquiera presentan un balance en su página web.

Si a ese monto le sumamos la entrega de las cuestionadas "ganancias cambiarias" y las mal denominadas "reservas internacionales excedentarias" la realidad es que el BCV le ha entregado al Ejecutivo más de 46,9 millardos de dólares en un lapso de 10 años. Nuestras reservas internacionales, que deberían superar los 70.000 millones de dólares, apenas rondan los 27.000. Si dividimos la liquidez monetaria en poder del público -BsF 235,6 millardos- entre las reservas internacionales, obtendremos lo que se conoce como tipo de cambio implícito; es decir, cuántos bolívares circulan por cada dólar de reservas (nada tiene que ver con el otro tipo de cambio innombrable). ¡Qué desastre!

El daño ha sido profundo; el salario real de los venezolanos se derrumba en medio del caos inflacionario y la locura destructiva del aparato productivo avanza.

El 26 de septiembre tenemos la obligación de frenar este caos.

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