De integrismos y bandas

Hemos adquirido la mala costumbre de dar preponderancia al adjetivo sobre el sustantivo cuando hablamos de problemas -sobre todo por el erróneo concepto del interés prioritario-. Y así, un problema latente pasa a no tener la importancia que sólo adquiere cuando es manifiesto. Y es entonces cuando llegamos tarde. De ahí que sea acertado plantearse la legislación sobre el burka y el niqab aunque algunos -y en este aspecto concreto no les falta razón- digan que no es una cuestión prioritaria por la escasez de esta vestimenta en nuestras calles. La falta de prioridad no reduce la naturaleza: sigue siendo un problema que, además, algunos indicadores señalan que podría tener un trasfondo de mayor calado.

Dicho esto, cabría avanzarse a otro quebradero de cabeza que amenaza a nuestra sociedad y que también, en su aspecto porcentual, se caracteriza por su latencia: las bandas del perfil Maras, Ñetas o Latin Kings. En una primera impresión, podría parecer que, aun llegando al fondo, nunca supondrán una posible quiebra de los valores que rigen entre nosotros puesto que las conexiones que sostienen estos fenómenos se aventuran mucho más débiles que las que se auguran en el trasfondo del uso de los velos islámicos, en qué se adivina que hay algo más. Así que sólo cabría tratarlos desde el mero aspecto social que atañe a la delincuencia pura y dura, sin connotaciones sociológicas.

No todas las opiniones y análisis van en este sentido, pues también hay quien advierte que, también en estas cuestiones de muy diferente perfil, existe un trasfondo que va más allá en forma, también, de conexiones internacionales. No nos compete a nosotros verificar tal extremo sino a los cuerpos de seguridad pertinentes. Pero lo cierto es que se habla poco del asunto, como dándole poca importancia. Y quizás sea más enjundioso de lo que parece.

En la Cataluña 'buenista' tripartita (para ellos, la banda de Charles Manson también sería asimilable, 'rousseanianamente', a feligreses de la Madre Teresa de Calcuta, del padre Casaldàliga o de Vicente Ferrer), el tema se ha solucionado acomodando a los miembros de tales bandas en asociaciones culturales creadas a tal efecto. Sin negar la oportunidad de la medida, cabe pensar que ésta es insuficiente: no serán precisamente los elementos más significativos los que se acojan a la misma. Es decir, paralelamente faltan soluciones policiales.

No se trata de ser alarmistas, sólo de ser previsores ante cualquier situación que pretenda alterar nuestra convivencia. Y esto lo reflexiona alguien desde Cataluña, que no parece ser el ámbito donde el problema tenga mayor incidencia (por cierto, en la noticia adjuntada en el párrafo anterior, que data de 9 de octubre de 2006, como habrá advertido el perspicaz lector, se indicaba que, una vez legalizados los Latin Kings en Cataluña, se iba a por los Ñetas y, se supone, así sucesivamente. ¿Alguien sabe algo más?).