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Pintar la nostalgia

Pintar la nostalgia

sábado 12 de mayo de 2007, 16:47h
Por más de cincuenta años Manuel Maldonado, “Manoly”,  se ha dedicado exclusivamente a la pintura. Nacido y criado en Puerto Montt, por décadas ha reproducido en sus telas los paisajes marinos del antiguo Angelmó, zona típica de la décima región de Chile, que se caracteriza en primer lugar por sus paisajes, pero también por su buena mesa y su inconfundible artesanía.

Pero lo que “Manoly”  plasma en sus cuadros no es lo que actualmente vemos en ese terruño sureño. Con una lucidez impresionante, y a meses de cumplir ochenta años, don Manuel transforma sus telas en mar, cielo, vegetación, naturalezas muertas, niños, mariscadores y arreboles. A la distancia en el tiempo, es capaz de recordar con perfección artística cada centímetro del Angelmó de antaño, ese que quedó sepultado tras el terremoto del año 1960 y que nunca más recuperó la esencia que lo vio nacer. Pareciera que "Manoly" copia la realidad que ve al mirar dentro de su corazón.

En 1978 Maldonado decidió emigrar de su natal Puerto Montt hacia Santiago. Desde ese año hasta la fecha regresa esporádicamente al sur de Chile a exponer sus obras y a recordar los días en que junto a destacados pintores nacionales se reunía en la caleta de Angelmó, frente a la isla Tenglo, a pintar lo cotidiano, lo lluvioso y lo típico de ese paisaje sureño, acompañado de quienes sin buscarlo, posaban para sus cuadros.

Discípulo de Arturo Pacheco Altamirano, “Manoly”  conoció el arte de pintar gracias a su amigo y pintor Orlando Mingo, quien al ver su capacidad creativa y facilidad para el dibujo publicitario, le recomendó probar suerte con las telas y el pincel. De esta forma, en 1956 presentó en Puerto Montt su primera exposición, la que estuvo compuesta por obras realistas como paisajes marinos, lanchas chilotas, cielos tormentosos y personajes del mar, como los que habitualmente veía en su Angelmó querido.

Pero no sólo estas temáticas han primado en sus obras. Su pasión por la pintura y por la tierra que lo vio nacer, quedó plasmada en la capilla San Pedro de Angelmó, la que hasta hoy conserva en su altar mayor una de las obras surrealistas más atractivas e impresionantes de “Manoly”:  La crucifixión de Cristo. 

Su constancia y disciplina han caracterizado su proceso creativo, elementos que hasta hoy pone en práctica pintando a diario en su taller. Este último se encuentra en su cálida casa santiaguina, adornada de recuerdos marinos y cuadros de colección. Pero es en Puerto Montt donde “Manoly” conserva su mayor tesoro.

En pleno Angelmó, en la misma casona donde hizo sus primeras creaciones, su hija Norka preserva los recuerdos de su padre. Cientos de escudos de embarcaciones adornan las paredes de lo que ellos han llamado “El museo de Manoly”. Pinturas, reliquias, paletas, dibujos, recortes de diarios y miles de detalles describen los días en que este Hijo Ilustre de Puerto Montt pasaba las cuatro estaciones bajo la  lluvia y el sol, pintando ese rincón de la bahía que lo inspiraba. La isla Tenglo fue testigo de su pasión y en innumerables telas quedó plasmada como parte del paisaje circundante.

“Manoly”, junto a Pacheco Altamirano y Gastón Gómez, han sido calificados por expertos como los marinistas más destacados de esa zona de nuestro país. Es por esto que Maldonado merece un reconocimiento en vida, principalmente porque con sus óleos, paleta y pincel, conserva y reproduce en este siglo lo que alguna vez fue el más importante puerto de la décima región: un lugar pletórico de colores y sabores del sur del mundo.

María José Vásquez
Periodista
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