Dejadme seguir soñando

No me pellizqueis. Dejadme dormir, dejadme seguir soñando con una España unida, feliz, eufórica, ilusionada, ambiciosa, lider del mundo mundial, campeona de campeones, orgullosa de sí misma, de su selección, de su escudo y de su bandera, reflejo lejano de aquel imperio en el que no se ponía el sol, diversa pero apiñada en torno a una causa común, sin complejos y alejada de las maquinaciones políticas, de las manipulaciones interesadas y de las consignas partidistas que todo lo enmascaran. Una, grande, libre...y roja, del color de la sangre que corre por nuestras venas, herencia de íberos, tartesos, romanos, cartagineses, fenicios, visigodos, árabes y decenas y decenas de culturas que han dado forma a nuestra idiosincracia a través de los siglos, una España representada por un grupo de dos docenas de jóvenes castellanos (Casillas, Torres, Iniesta), andaluces (Ramos, Navas, Reina, Marchena), catalanes (Puyol, Xabi, Cesc, Piqué, Busquets), canarios (Pedro, Silva), vascos (Llorente), asturianos (Villa), originarios de las diversas y distintas comunidades que conforman nuestro Estado pero apiñados, sin importarle un bledo las consignas de unos cuantos nacionalistas descerebrados,  en torno a un proyecto común, poner a su país, España, en el lugar deportivo que le corresponde por historia, trayectoria, tradición y cultura. Por favor, dejadme seguir durmiendo, no me desperteis de este bendito y casi increible sueño de ser el centro del mundo porque sé que, cuando abra los ojos a la realidad, el sueño se puede trocar en pesadilla.

El Mundial de Sudáfrica ha sido la metáfora perfecta en la que deberíamos fijarnos todos los españoles en estos difíciles tiempos, sobre todo los políticos que nos dirigen. Todos a una para superar las dificultades, todos juntos para derrotar al adversario, todos apiñados, superando diferencias y arrinconando falsas e irrealizables utopías, para conseguir el objetivo final bajo una misma enseña, la rojigualda. Una vez logrado éste, que cada uno se envuelva en la bandera que crea oportuna para festejar el éxito. Está en su derecho. Hay que dejar a un lado lo accidental y centrarse en lo realmente importante. La metáfora de la noche de San Benito en el Soccer City de Johannesburgo frente a la dura, correosa e impotente Holanda de Robben y Sneigder nos augura también que nada es imposible, que con esfuerzo, voluntad, entrega, dedicación y trabajo se puede conseguir cualquier meta que nos propongamos. Hasta salir reforzados de la crisis e, incluso, cambiar el signo político bajo el que nos ha tocado vivir. Le hago una pregunta a los andaluces que me leen: Hace un par de años ¿qué era más difícil, que España ganara un Mundial de fútbol o que el PSOE perdiera las elecciones en Andalucía? Sinceramente creo que lo primero. Por fin lo hemos conseguido o lo han conseguido ellos en nombre de todos. Podemos. Es un aviso a navegantes. Que nadie se duerma en los laureles ni crea que está en la Junta por designio divino. Todo puede cambiar de la noche a la mañana por muy utópico y difícil que parezca.  .

Ahora hay que celebrarlo por todo lo alto. Espero que a nadie se le ocurra ponerse medallas que no les corresponden. Aquí solemos tener unos políticos que se apuntan al carro vencedor a las primeras de cambio, así que atentos a estos días de recibimientos y agasajos, que más de uno intentará sacr tajada electoral del evento mundialista. Dada la afinidad del Gobierno con el pulpo Paul, lo mejor que podría hacer el Ejecutivo de Zapatero es adquirírselo a los alemanes y colocarlo en una pecera en la Moncloa para que prediga con mayor certeza que los ministros el futuro de nuestra economía. Eso y que la vuvuzela Pajín vuelva a soltar otro de sus originales e histéricos trompetazos sobre el acontecimiento histórico planetario afirmando que todo ésto lo hemos conseguido gracias a los esfuerzos, el trabajo y la buena labor de su flamante lider. Para chistes los de Paco Gandía, que además tienen la gracia que le falta a la Pajín. ¿Será por humoristas? Es algo que nos sobra en la España actual. Solo basta mirar el Congreso de los Diputados.