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La ruina municipal

La ruina municipal

miércoles 14 de julio de 2010, 16:05h

La deuda de los ayuntamientos españoles era un hecho conocido de todos, pero nunca se había llegado a los límites actuales. La crisis económica y la caída de los ingresos procedentes de las licencias para el sector inmobiliario han hecho saltar por los aires la caja de las finanzas municipales, y ahora da la impresión de que muchas ciudades y pueblos de España han pasado de comportarse como multimillonarios a ingresar en la cofradía de los mendigos; del Primer Mundo al Tercer Mundo, en un golpe de infortunio, y de innegable y generalizada imprudencia política.

Ni es ésta la hora ni es éste el lugar de los sermones, pero está claro que en numerosos municipios españoles ni siquiera se hacían las cuentas de la vieja o las cuentas del ama de casa, esas que nos dicen que hay que gastar menos de lo que se ingresa. Por otra parte, en los momentos de optimismo tampoco se ha sabido ahorrar y guardar para los “tiempos del cólera”, que siempre llegan, sino que se tiró la casa por la ventana en festejos innecesarios, en protocolos vanos, en derroches perfectamente prescindibles.

Siempre se dijo que cuando, tras unas elecciones democráticas, tomaba posesión de sus funciones un nuevo gobierno municipal, y se distribuían las responsabilidades entre sus miembros los más poderosos  (o los más ambiciosos, o los más influyentes, o los más listos) querían las atribuciones del urbanismo y de la economía, que eran las más atractivas. Las parcelas de cultura, educación o bienestar social eran las menos deseadas, una especie de “asignaturas-maría” en el territorio municipal.

Pero hoy, como decimos, los ayuntamientos españoles atraviesan gravísimas dificultades económicas, que equivaldrían a una “suspensión de pagos” o a una “quiebra” o a un “expediente de extinción” en caso de que se tratase de empresas privadas.

 Se ha gastado mucho más de lo que era razonable, y hay pueblos o concejos en que hay más asesores del alcalde que policías municipales. ¿Y quién paga todo esto? En primer lugar, los ciudadanos, que son los verdaderos empresarios de los municipios democráticos. En segundo lugar, los funcionarios, a quienes  les rebajan unos salarios que, salvo excepciones, ya eran demasiado bajos. Y también lo pagan muchos alcaldes y muchos concejales honestos, sacrificados, dedicados en cuerpo y alma a luchar por su territorio y por sus gentes, pero que ahora han visto que la burbuja se ha roto, que el globo ha pinchado, y que toda cirugía es traumática. Porque ¿quién no quiere un cuadro del Museo del Prado para la iglesia de su pueblo, o un lago con delfines para el parque municipal, o una industria que cree puestos de trabajo para su concejo?

Vivíamos, en fin, en una nube, en una especie de limbo de la política más cercana, que es la municipal, y lo que procede es poner las cuentas al día, ser austeros y aterrizar en la dura realidad. Porque hay personas que lo están pasando muy mal en ciudades y pueblos en que otros…lo están pasando muy bien. Y de ahí el necesario, y acaso imposible deber de equilibrio de los ayuntamientos.
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