Cabreo catalán

Jesús Conte expone, como siempre, una clara opinión sobre el tema y uno, que con frecuencia necesita más espacio que el adecuado para Diariocritico con el fin de exponer lo que piensa, se decide a  intentar resumir lo que, posiblemente, piensa  y desea un número importante de catalanes.

a). Solicitar a quien  corresponda  aclare de manera fehaciente si el PSC es un partido catalán con independencia de criterio o bien sigue siendo un segundo de a bordo sujeto a la disciplina central del PSOE.  Esta aclaración no es necesaria para el PP.

b). Solicitar que los partidos políticos (naturalmente catalanes)  se definan en relación a una sencilla pregunta: ¿Harán frente común ante  la sentencia del TC  sobre el Estatut o seguirán cada uno a su bola política como si del cuento de la bruja malvada se tratara?

c). Dado que los partidos políticos, en general, son una falacia que no se corresponde con el sentir del pueblo, supuestamente soberano, habría que pensar, si el gobierno central sigue empecinado en su particular constitución, en un referéndum (catalán, faltaría más) para que los partidos políticos (catalanes, naturalmente) acaben de enterarse de la realidad.

d). No citar  la palabra “independencia”.   No hace falta. Basta con no imponer de manera dictatorial una constitución post-franquista, en su día quizás necesaria  (aunque hubo mucho miedo y cobardía en su promulgación) pero que hoy constituye un ataque a los principios fundamentales de toda relación humana, para que vuelva “ el paso alegre de la paz con sus cinco rosas". Basta con no reiterar  los  ya centenarios oídos sordos a los que los catalanes estamos  acostumbrados. España no debería caer en el  ridículo de crear un conflicto entre su “ unidad de destino en lo universal, contra la que toda conspiración es repulsiva y un crimen”   y  una nación pequeña,  pacifica, solidaria y sin ejército.

Y  por favor, que nadie se cabree. Para ello ya estamos los sufridos catalanes. Mientras, sin ningún resquemor y con el corazón en la mano, Viva la Roja y Viva España,  pero también “Visca Catalunya”, que ya lleva casi 500 años de sometimiento y empieza a ser un solemne fastidio, una enorme pesadez y un indigerible hartazgo.