www.diariocritico.com
Sin relatos

Sin relatos

jueves 26 de agosto de 2010, 14:00h
 Las imágenes de familiares y amigos llorando a sus muertos rompen el corazón. Por muchas veces que ocurran desgracias como las de Afganistán, es imposible no conmoverse al ver cuántas vidas han quedado rotas por la acción criminal de los terroristas. Unas veces han sido los terroristas de ETA y otras, como es el caso, los terroristas talibanes, que tras dos meses de preparación llevaron a cabo el atentado contra nuestros compatriotas, que a diferencias de las tropas de otros países no están en Afganistán para combatir sino para reconstruir.

   Esto al menos es lo que afirma el Gobierno y con este mandato nuestros soldados se mueven cada con mayor riesgo en un país al que los talibanes no sólo no han renunciado, sino que poco a poco van ganando terreno; en el que las mujeres continúan sometidas hasta extremos indecibles y en donde la lapidación continúa vigente. El panorama a muchos nos parece desolador y hay que hacer un auténtico ejercicio de optimismo para pensar que la aventura afgana va a cavar bien, incluso si va a acabar.

   Cada vez que ocurre una desgracia, se reabre el debate de si nuestras tropas están en guerra o en otra cosa, de si debemos continuar o debemos irnos. El primero parece cada vez un debate estéril. Nuestros soldados y sus familias y desde luego los ciudadanos tienen interiorizado que lo suyo no es una caravana solidaria. Y sobre nuestra presencia, también podemos debatir lo que queramos que de allí nos iremos cuando lo aconsejen nuestras relaciones con Estados Unidos; es decir, cuando Obama así lo sugiera.

   Mientras tanto, sería suficiente tener un relato de lo ocurrido y de lo que allí ocurre. Un relato cierto y creíble de las circunstancias en las que se desenvuelven nuestros soldados y de las perspectivas razonables de éxito. Este relato, el de Afganistán, es uno de los informes pendientes del Gobierno. Hay que partir de la base que ni a este ningún Gobierno se le puede pedir que en sus explicaciones ponga en riesgo la estabilidad, la seguridad y los difíciles equilibrios en los que se mueven siempre las relaciones internacionales. No hay que hurgar en cuestiones sensibles, pero entre la lógica y responsable prudencia y el carpetazo puro y duro hay un trecho de silencio impropio de un país democrático.

   Nada más importante, por ejemplo, que salvar la vida de los cooperantes secuestrados tpor un grupo terrorista al que se le puede añadir el calificativo de "talibán". Pero una sociedad madura como la nuestra se merece un relato claro por parte del Ejecutivo, entre otras cosas porque lo que no cuente el Gobierno lo van a contar otros, como ya ha ocurrido. A través de "otros" nos hemos enterado del montante aproximado del rescate pagado y hemos visto un vídeo que deja atónito a todo aquel que lo ve.

   A algunos nos consta de primera mano el agobio y preocupación que el secuestro de los cooperantes ha provocado en el Gobierno. Ha habido momentos de mucha mayor dificultad de la que podemos suponer y conscientes de ello, familiares, amigos, medios de comunicación y partidos políticos se han conjurado, durante meses, en el más escrupuloso silencio. El secuestro se ha resuelto  y parece que aquí no ha pasado nada. El Gobierno debe ahora una información que sin abandonar la prudencia tenga la dosis necesaria de credibilidad.

   Naturalmente, al lado de un secuestro como el de los cooperantes o del asesinato de tres españoles destacados en Afganistán, los incidentes en la frontera de Melilla son cosa menor. Bueno, pues este asunto protagonizado por unas asociaciones marroquís con el visto bueno -sólo bueno, no, buenísimo- de su Gobierno y de su rey Mohamed, ya es también cosa del pasado. Bastó, al parecer, que Rubalcaba se entrevistara con su homologo y volvieran a acordar lo acordado hace dos años para que el asunto esté zanjado.

   A día de hoy, ¿hay un solo ciudadano español que sepa a ciencia cierta que ha ocurrido?, ¿hay alguien que pueda explicar por qué aún no tenemos embajador marroquí en Madrid?, ¿qué ha pasado para que en contra de lo habitual la llamada del Rey a Rabat no tuviera efecto alguno? También sobre todo esto nos merecemos un relato igualmente tan prudente como creíble.

   El Gobierno no atraviesa buenos momentos, pero con este empeño de dar bajonazo a todo lo que ocurre, de encerrarse en sí mismo, de no salir a la opinión pública y de no aportar los relatos necesarios, es como si quisiera que las cosas le fueran peor. El mayor riesgo de un Gobierno no es equivocarse sino que se crea que con silencio, sin relato alguno sobre lo que hace, aporta un sosiego que los ciudadanos agradecen. Suele ocurrir, por el contrario, que el silencio es la antesala de la duda.


Información relacionada:

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios