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Nos quedamos sin gauchos (y sin gauchadas)

Nos quedamos sin gauchos (y sin gauchadas)

sábado 11 de septiembre de 2010, 06:19h
Gaucho:
Naciste en la juntura de dos razas
como en el tajo de dos piedras
 nacen los talas.                                  
            Fernán Silva Valdés

    Todo el actual territorio de la República Oriental del Uruguay y las provincias argentinas de Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe y Corrientes, forman una extensa región llamada “litoral rioplatense”. La denominación de este espacio geográfico abarca las tierras regadas por los ríos de la Plata, Paraná y Uruguay. Los habitantes característicos de este litoral eran los gauchos, surgidos en época colonial española luego de la llegada del ganado vacuno y caballar. A las actuales provincias de Buenos Aires y Santa Fe el ganado llegó antes que el hombre. Los rebaños en total libertad crecieron a muy fuerte ritmo y sin ningún pastor. Era el ganado cimarrón.

    Para Vicente Rossi      la etimología de gaucho deriva del guaraní huachu=guacho, con significados semejantes en otras lenguas sudamericanas como el araucano (huachú: hijo sin padres conocidos) o el aimara (huajcha: huérfano) o el quechua (huaccha: pobre, huérfano). Para Alberto Zum Felde el gaucho “es inseparable de las condiciones vitales en que se formó y en las que existió durante más de un siglo. Hijo del desierto, decae cuando el ferrocarril y el teléfono tienden a suprimirlo”.

    Durante buena parte del siglo XIX, la mayoría de la población rural no tenía ni trabajo, ni residencia fija. Andaban por el campo, hoy aquí y mañana allá. Así nace el gaucho, un hombre que lleva en sus venas sangre española, portuguesa e india. Es heredero de los faeneros y changadores (mezcla de indios pampas, tapes, criollos españoles y portugueses, negros, mulatos) y también de desertores y fugitivos.

“El gaucho es culturalmente un indio tape adaptado a la vida en la pradera fundamentalmente a través de la incorporación de tecnologías pampas, étnicamente mestizado en grados variables con el viejo personaje del changador, que a partir de la aparición del gaucho desaparece de la escena oriental”.                            Danilo Antón

    Quiere vivir lejos de las villas, en el campo y siempre unido a su caballo. Posee gran destreza para los trabajos con el ganado, sea el transporte, el marcado o la matanza. Su nomadismo es la base de su caracterización y no podía ser de otra manera estando la tierra totalmente mal repartida en muy pocas manos. Unos pocos tenían inmensas parcelas compradas casi sin costo o recibidas en donación real o de las autoridades coloniales. Sin tierra propia y sin trabajo el gaucho iba de un lado para otro en busca de su sustento.

    “Acostumbrado a recorrer libremente los campos sin cercos ni alambradas y a matar reses sin marca, no podía concebir que la tierra y los ganados tuvieran propietario. Para él, tierra y ganado eran dones de la Naturaleza, que no pueden tener dueño y deben ser disfrutados por todos los que posean el valor y la destreza necesarias. Los papeles que acreditan la propiedad y las leyes que la amparan carecen de significado para el gaucho. Cuando se introduce en las tierras de un estanciero o faena reses ajenas, no tiene noción de cometer un delito, cree hacer uso de un derecho natural, común a todos los hombres, anterior al surgimiento del Estado y las leyes”                    Roberto Ares Pons


    El gaucho no se concibe sino ecuestre y en ejercicios de destreza y de peligro; la agricultura, el comercio, los oficios, suprimen el caballo, el peligro y la destreza. Tipo esencialmente estético, el canto, el juego, la doma, la yerra, el lazo, el rapto, la carrera, la pelea, son sus actividades. Donde no se puede lucir el valor o la destreza, donde no se puede admirar la gallardía, el gesto, la audacia, la temeridad, la nobleza; el gaucho no encuentra interés. Para él la vida es un espectáculo estético, el hombre su actor trágico, su concepto del mundo, pues, es pesimista; cree en la fatalidad y en los augurios. Por eso admira al poeta y desprecia al comerciante, ama la guerra y mira como cosa extraña al manso y paciente agricultor.

    Cuando el alambre cierra todas las parcelas ya no quedan senderos para la vida libre del gaucho. Si decide quedar en el campo solamente puede trabajar de peón jornalero en una estancia o de milico en el ejército. Si no se emplea es calificado de matrero y perseguido. Si va para la ciudad es un emigrante, un nuevo residente que se establece en los arrabales urbanos. El gaucho es un emigrante interno que conocerá a un emigrante externo que es el gallego. Cada uno con su destrozo interior, cada uno con su morriña. Llega a la ciudad sin caballo y para Arturo Mascia sufre otra frustración pues siente que es un intruso “porque sabe que no pude ser hombre de campo, dado que viene huyendo de un pasado que ya no le pertenece. Y también que no puede aspirar a ser hombre de la ciudad, porque carece de las condiciones que le faciliten una adecuada adaptación”.

    Puede que los gauchos tengan una pequeña ventaja ya que podrán trabajar en la ciudad en un oficio semejante al que tenían en su vida nómade. Los saladeros que exportan carne de vaca salada (tasajo o charque) y cueros, necesitan mano de obra que sepa matar y cuerear animales. Los gauchos siente nostalgia, pero quizás menos que los que bajaron de los barcos, porque allí alrededor de los saladeros y mataderos todo era muy rural. Sin calles, con caminos llenos de barra y viviendo en un ranchito podían tener unas gallinas y acercarse a la pulpería que no era otra cosa que un boliche suburbano.

    En el centro de Buenos Aires y Montevideo la gente iba a los bares o cafés, pero en los arrabales la pulpería era el centro social y comercial; algunas tenían billar o cancha de bochas. En este crisol, en estas pulperías fue donde se hizo la fundición de un nuevo metal llamado tango. La aleación del metal une dos mundos muy lejanos culturalmente, pero con abundantes puntos de encuentro por el mismo origen campesino, ya que casi todos los emigrantes eran agricultores o pastores.

Manuel Suárez Suárez
En la esquina montevideana.
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