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Otro modelo mejor de gestión de la economía es posible

Otro modelo mejor de gestión de la economía es posible

sábado 18 de septiembre de 2010, 17:42h
Apunta agudamente el magnífico periodista económico Amador Ayora, director de El Economista, que cuando el Tesoro español ha colocado bonos a 10 y 30 años sin problemas y a un precio inferior a otras ocasiones debido a la recuperación de la confianza de los mercados exteriores en nuestra economía, el titular de Industria, Miguel Sebastián, ha aprovechado para proponer una congelación de la tarifa de la luz, que añadirá 2.000 millones al déficit del sistema, con lo que alcanzará nada menos que la friolera de 25.000 millones en 2013. Concluye Ayora que “da la impresión de que los ministros de Zapatero han aprovechado la calma en los mercados de deuda para añadir más déficit. Las deudas hay que pagarlas tarde o temprano. Es una vergüenza que para no tener que subir la luz en vísperas de las elecciones catalanas nos endeudemos más”.

Efectivamente, tiene razón Ayora, es una vergüenza, pero no lo es menos, y esto es aún más alarmante, el que semejante iniciativa haya recibido el apoyo del portavoz económico del PP, mi viejo amigo el profesor Cristóbal Montoro, que en los últimos meses da la impresión de haber perdido el norte, el sur, el este y el oeste. En fin, al menos, el profesor Montoro tiene conocimientos económicos importantes que, antes o después, le devolverán al buen camino, sobre todo en un partido que incluye figuras de tanto nivel en el razonamiento e incluso la gestión económica como Rodrigo Rato y Luis de Guindos, por citar sólo a dos muy excelentes.  

Es inevitable preguntarse si en estos momentos en los que, por la profundidad de la crisis, la economía lo es todo y desde luego es lo que primordialmente importa a los electores, la dirección del PP no es consciente de que el mensaje económico, y desde luego su claridad y coherencia, cualidades ambas que brillan por su ausencia en el discurso del Gobierno y alarman por su insuficiencia en el discurso de la Oposición, es el que moverá la voluntad de los electores. Parece que no. ¿Acaso no había prometido ZP que no habría nuevas subidas de impuestos? Pues ahí está la Eurotasa a la Banca. ¿Alguien duda acaso de que la Banca, como es natural, la repercutirá a sus clientes, con lo que, al final del final y a no mucho recorrido, la habrán pagado los ciudadanos de a pie?

Al final del final, y ya es grave que esto lo escriba un liberal profeso e incorregible como quien firma estas líneas, van a tener razón los sindicatos en convocar una huelga general contra un Gobierno que, proclamándose socialista, va en camino de llevarse por delante toda la política social de los gobiernos de UCD y PSOE que incluso el PP de José María Aznar fue consciente de que, en gran medida, era no sólo razonable, sino incluso útil para el país y su economía, y por tanto necesaria de respetar. Lo del inverosímil Celestino Corbacho –¿pero este señor sabe algo de lo que tiene entre manos?–, nada menos que en el crítico Ministerio de Trabajo, tenía que terminar como ha terminado, esto es, con los Sindicatos obligados a convocar una huelga general nada menos que contra un Gobierno presuntamente socialista, eso sí, de un raro socialismo alejado de sus homónimos europeos.

También es verdad que no podemos sorprendernos de que haya ministros inverosímiles en un Gobierno que preside alguien tan absolutamente inverosímil, en términos políticos de país europeo moderno, como Rodríguez Zapatero, con toda evidencia un político estanco al razonamiento económico y convencido de que el poder no se alcanza con ideas ni se justifica con buena gestión, sino que su consecución y disfrute necesita sólo de un peculiar cóctel de técnicas de propaganda e ingeniosas maniobras de ingeniería social para la distracción de los electores.

Así nos va en estos años de sombras, tan distintos y distantes de los años de luces de una transición que conservó sus valores y calidades hasta ese trágico 2004 en el que el terrorismo islámico, unido a la sorprendente incapacidad de reacción del Gobierno de entonces, fue capaz de cambiar, para muy mal, el curso de la vida política del país. No hay bien ni mal que cien años dure, pero a estas alturas el PP debiera ser capaz no sólo de construir el discurso alternativo al actual desgobierno, sino de trasmitir persuasivamente a una ciudadanía legítimamente asustada que otro modelo de gestión de la economía por el Gobierno, más racional, coherente y mejor que el actual, es posible para recuperar el espíritu de la transición y devolver el país a una senda, posible y deseable, de crecimiento económico y bienestar social.   
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