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La generación ni-ni

La generación ni-ni

viernes 15 de octubre de 2010, 08:06h
    Uno de cada cuatro jóvenes españoles abandona los estudios secundarios sin obtener un título, y se calcula que 750.000 muchachos españoles, de entre 18 y 24 años, están fuera tanto del sistema educativo como del mundo laboral. Forman parte de ese grupo humano que la divulgación sociológica ha llamado “los NI-NI”: los que ni estudian ni trabajan.

    Lo cierto es que se ha encendido la 'alerta roja' por toda una generación, muchos de cuyos miembros pasarán por la vida sin pasar por los conocimientos ni por el trabajo. Ocurre esto, además, en uno de los países europeos en que el acceso a la Formación Profesional suscita un escaso interés, aunque en los últimos años algo se ha mejorado. Y también en un país de contradicciones en que un título universitario es, en muchos casos, más un asunto de prestigio social que una verdadera opción de servicio a la comunidad;  no en vano se llama a las Universidades  'factorías de parados' o tramas endogámicas en que el abuelo enseña griego o historia del arte a sus hijos y a sus nietos para que ellos, a su vez, y hasta en el mismo edificio, se lo enseñen a sus descendientes.

    Muchos episodios de la vida de los jóvenes españoles, desde la desesperanza al botellón, y desde el desencanto al pasotismo,  se entenderían mejor si se entrase en las entrañas de las frustraciones de esta generación 'NI-NI', ni estudia ni trabaja, que alarma a los observadores más cuerdos, y a la que le dan la espalda los políticos. Y hacer política, política de calidad, en una sociedad democrática, también consiste en anticiparse a los acontecimientos, ponerles remedio, ilusionar a las nuevas generaciones, y no sólo, por tanto, en ponerse zancadillas o en comer la sopa boba en los restaurantes cercanos al Parlamento.

    750.000 jóvenes españoles, un número mayor que la población de algunas comunidades autonómicas, que viven en el limbo de los 'Ni-NI' deberían suscitar un urgente debate nacional, al que no son ajenos ni los padres ni los educadores. Porque ahí están, amigos, los cimientos del futuro; de un futuro que viene negro y turbulento, mientras los avestruces salidas de las urnas esconden la cabeza y se blindan la jubilación.


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