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El vodevil del Potomac

El vodevil del Potomac

viernes 15 de octubre de 2010, 19:09h

A dos semanas largas de las elecciones parciales, tanto los candidatos demócratas como el presidente Obama se dedican plenamente a una campaña cuyo éxito es cada vez más dudoso, ante la evidente pérdida de confianza del país en su gobierno y sus políticos.

El gran perdedor ha de ser el Partido Demócrata, que controla tanto el ejecutivo como el legislativo y, aunque Obama no se presente a elección, muchos ven en los votos del 2 de noviembre algo así como un referéndum a sus dos primeros años de gestión presidencial.

El desencanto popular es inevitable ante la crisis económica y las esperanzas desmedidas puestas en Obama. Aunque no se le puedan achacar a él la consecuencias del colapso inmobiliario anterior a su presidencia, sí que es responsable por la decepción generada tanto entre sus partidarios como entre quienes cruzaron filas para seguirle hace ahora dos años: ni la política internacional que tanto criticó ha cambiado, ni las promesas de recuperación económica se han realizado, ni el tono del discurso político ha mejorado un ápice.

Al revés, lo que vemos aquí es una continuación de la línea seguida por Bush en Irak o Afganistán. En el Próximo Oriente, que según muchos especialistas en la región es la condición sine qua non para un mejor entendimiento con el mundo islámico, no hay avance alguno en las negociaciones de paz entre Israel y los palestinos, excepto el vodevil que vivimos en Washington, cuando Obama recibe a bombo y platillo a diplomáticos y jefes de gobierno.

En cuanto a la política interna, circulan nuevas versiones de los slogans electorales que Obama hizo circular hace dos años: la "Audacia de la esperanza" se ha convertido en "Esperanza de audacia" y el "Cambio digno de confianza" en "Cambio invisible". Más se ha realizado la promesa de Obama de una política bipartidista, si por esto entendemos una continuación de la línea de Bush, ya sea económica, social o internacional. Si uno esperaba, por el contrario, un tono más civilizado en el debate político y una mayor cooperación, la realidad no puede ser más diferente: el candidato presidencial que jamás perdía la compostura, se ha puesto a boxear sin guantes y sigue los métodos políticos de Chicago, la ciudad en que residió antes de vivir a orillas del Potomac, parecidos a una versión política del "Chicago año 30" de las películas mafiosas.

Solo así se pueden entender los ataques electorales contra una institución tan venerable y poderosa como la Cámara de Comercio, a la que acusa de utilizar dinero extranjero para financiar campañas republicanas, algo ilegal y que ni siquiera los diarios más progresistas se avienen a creer.

El mayor cambio parece apuntarse en los presupuestos del Pentágono, donde por primera vez parece haber interés en reducir los astronómicos gastos que han convertido a Estados Unidos en una superpotencia con más armas que el resto del mundo combinado. El ahorro es muy necesario para un país tan endeudado y las armas no se han demostrado muy útiles a la hora de ganar guerras. Pero este ahorro tardará años en aplicarse y más aún de reflejarse en los presupuestos y, además, es el producto Robert Gates, el secretario de Defensa de Obama que milita nada menos que en las filas… republicanas.

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