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Papá y mamá o viceversa

viernes 05 de noviembre de 2010, 07:33h
    Hasta ahora  (y salvo excepciones que deberían someterse a largos trámites judiciales y burocráticos), los españolitos que vienen al mundo llevan como primer apellido el del padre y, como segundo, el de la madre. Es una tradición y una costumbre, como podría ser la contraria: que el apellido de la madre precediese al del padre. Sin embargo, el nuevo proyecto de ley del Registro Civil desarticula ese automatismo actual, y exige que los padres decidan, ante el nacimiento de un nuevo hijo, si va delante el apellido de papá o el de mamá; y si no lo hacen, será el orden alfabético el que decida.

    Se dice que con esta medida el Gobierno trata de no discriminar a la mujer, y de darles a ambos cónyuges idénticas oportunidades para que sus descendientes puedan llevar como el primer apellido el del varón o el de la mujer. Y se insiste en que el objetivo es “incorporar el principio de igualdad también al simbolismo que suponen socialmente los apellidos”.

    No vamos a entrar en el fondo de este asunto, que para algunos es una pérdida de tiempo, mientras otros recuerdan que ya en la familia Franco se antepuso, a sus nietos, el Franco de la madre sobre el Martínez-Bordíu del padre, por lo que no hay nada nuevo bajo el sol y siempre llueve sobre mojado.

    Lo que llama la atención es que Sus Señorías, en el Parlamento, y en el trámite de un proyecto de ley que nace en el Consejo de Ministros, tengan que perder un minuto de su precioso tiempo en una cuestión que nada tiene que ver con las preocupaciones reales, con las angustias cotidianas, con los asuntos descorazonadores que  de verdad preocupan y agobian a los españoles. Y también llama la atención que, mientras en otros países, los gobernantes y los legisladores se dedican a asuntos serios  (y el principal, taponar la sangría de puestos de trabajo y la destrucción del poder adquisitivo de los jubilados  y las ayudas sociales a los pobres), aquí nos sacamos de la chistera cuestiones que pueden ser respetables pero que, con la que está cayendo, no pasan de ser una anécdota o quizá una maniobra de distracción. El problema del niño que viene al mundo no es que se apellide Pérez González o González Pérez, sino que, si no cambian las cosas, llega a este planeta y a este país en un mal momento.


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