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Haití: Rabia, impotencia, decepción... y desesperanza

lunes 08 de noviembre de 2010, 09:53h
Acabo de regresar de Haití junto al Padre Angel, Presidente de Mensajeros de la Paz, y los sentimientos que han despertado en mi interior han sido muchos y diversos, pero de todos ellos quiero resaltar la rabia, la impotencia, la decepción y la desesperanza.

Viajamos en misión de ayuda ante el brote de Cólera desatado en la ciudad de Saint Marc al Noroeste de Haití y de Puerto Príncipe en particular y pudimos trabajar codo con codo con los médicos y las enfermeras, así como con el propio Director del Hospital San Nicolás, único centro para atender a más de 300.000 personas con una sola ambulancia, a quién facilitamos todo el material que llevábamos gracias a la colaboración de Cofares y varias farmacias, entre ellas el grupo de Farmacias Trébol.

La desolación y el caos en el patio del Hospital era patente, con enfermos, especialmente niños y ancianos, en el suelo, algunos sobre una colchoneta y la mayoría sobre una sábana ensuciada con sus propios excrementos y vómitos. El patio se había convertido en una extensión del Servicio de Urgencias porque no daban más de sí.

Con cuatro palos y un techo de plástico fabricaron toldos para que el sol y las temperaturas superiores a los 36 grados no complicaran más la situación de unos enfermos necesitados de los más esenciales tratamientos para la deshidratación que con mucha frecuencia les lleva a la muerte. Como no podía ser de otro modo, el Cólera ha hecho su aparición y se está cobrando demasiadas vidas, como consecuencia de la falta de agua, de higiene y de letrinas, amén de las basuras crónicas que desde el terremoto del 12 de Enero nadie ha recogido.

Esas basuras que están al pié de todos los campamentos donde tratan de sobrevivir los supervivientes de la catástrofe, bajo cuatro palos y una lona de plástico, sin luz, ni agua, casi sin alimentos y sin un lugar donde poder hacer sus más esenciales necesidades fisiológicas. Y lo peor de todo es que todos, absolutamente todos, sabíamos que esto podría suceder, pero los medios de comunicación y especialmente los políticos de todos los países del mundo, después de la foto de Enero, desaparecieron dejando a Haití y a los haitianos en el más profundo de los olvidos. Ahora, deberían al menos sonrojarse, porque Haití vuelve a ser noticia, en esta ocasión por las muertes que está provocando el Cólera. Y cuando paseas por sus calles llenas de basura y barro, viendo las caras de tristeza y desesperanza, se te encoge el corazón y te aparecen esos sentimientos de los que hablo.

Rabia porque tras el terremoto no se ha hecho prácticamente nada; impotencia porque en el fondo sabes que aunque estés inmerso en una acción solidaria, se trata de acciones finalistas y lo que se necesita es continuidad en cualquier proyecto que se quiera poner en marcha; decepción al ver que las cosas no han mejorado, sino que incluso han empeorado. Cuando estuve en Haití con un grupo de compañeros profesionales sanitarios para ayudar tras el terremoto, pudimos ver a personas muertas. Había muertos. Pero ahora, 10 meses después, las personas “están muriendo” y “seguirán muriendo” si la ayuda internacional no se canaliza adecuadamente. Se trata del mismo verbo “morir”, pero dos tiempos muy diferentes.

En Enero era presente y pasado: han muerto, habían muerto. Ahora el tiempo es presente, pero continuo: la personas están muriendo y no por una catástrofe natural sino por una catástrofe político-humanitaria derivada del olvido: por falta de agua potable, de letrinas, de recogida y destrucción de la basura y por falta de los medicamentos esenciales para tratar el Cólera y la deshidratación. Y desesperanza, porque la realidad que acabo de vivir en Haití no se podrá arreglar si los gobiernos que salieron en la fotografía hace 10 meses no se ponen manos a la obra. Desesperanza al ver y escuchar a Soraya Rodríguez, nuestra Secretaria de Estado de Cooperación Internacional en una entrevista que le hacía Iñaqui Gabilondo en Cnn+.

Aseguraba con firmeza y con cierto enojo, que las imágenes que habían preparado como introducción a la entrevista y que habían sido conseguidas a través de las agencias internacionales, no eran del todo ciertas porque “este no es el cuadro. Esa no es la verdad, es una parte de la verdad”. Decía también y literalmente: “yo que he visto Cólera en muchos otros países…un hospital de atención de Cólera es un lugar donde la gente está en el suelo…rodeado de vómitos y deposiciones”.

¿Cómo puede decir semejante atrocidad una persona con tal alto cargo? ¿Se ha puesto alguna vez el traje de campaña y ha pisado literalmente el suelo del Hospital de San Nicolás? ¿No es para sentir desesperanza ver que una persona que ocupa un cargo de tanta responsabilidad en este tema hace estas afirmaciones? ¿Realmente lo piensa, o no puede expresar sus verdaderos pensamientos y sentimientos como consecuencia de su cargo? ¿Está realmente asesorada por profesionales sanitarios? La verdad, es que lo dudo. Pero además, no puedo por más que decir que también siento vergüenza por los políticos que nos representan a nivel internacional, y no solo por su preparación que no puedo juzgar al no conocerla, sino por su atrevimiento y por su falta de autocrítica y de coraje.

Y ahora, con la temporada de huracanes… ¿volverá a ser noticia Haití? De todos modos, conviene que sigamos leyendo las viñetas de Forges que no se cansa de insistir: “pero no te olvides de Haití”.


                                                                       Dr. Jesús Sánchez Martos
                                                                       Catedrático de Educación para la Salud
                                                                      
Universidad Complutense de Madrid

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