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El tripartito devora a sus hijos

El tripartito devora a sus hijos

miércoles 10 de noviembre de 2010, 14:10h

Se dice, con razón, que en España no hay demasiada cultura de gobiernos de coalición y es verdad que desde las primeras elecciones democráticas de junio de 1977 hasta la actualidad no ha habido a nivel estatal ningún gobierno de ese tipo; con mayoría absoluta o sin ella, todos han sido monocolores, de la UCD, del PSOE o del PP. Sin embargo, gobiernos autonómicos de coalición los ha habido en muchas comunidades, como Cantabria, Baleares, Galicia o Canarias, entre otras varias, y en la actualidad gobierna en el País Vasco, aparentemente sin tensiones excesivas, una coalición a primera vista contra natura, la compuesta por los dos grandes partidos de ámbito estatal.

Valga este preámbulo para subrayar el extraño carácter apocalíptico del tripartito catalán. Nacido de la victoria en votos, que no en escaños, de Pasqual Maragall sobre Artur Mas en las elecciones de noviembre de 2003, se constituye el 20 de diciembre sobre la base del apoyo a Maragall de su partido, el PSC -junto a un grupo de independientes cercanos al ex alcalde de Barcelona, denominado Ciutadans pel Canvi-, Esquerra Republicana de Catalunya e Iniciativa per Catalunya-Els Verds. Pero ya en sus albores, a raíz del esperpéntico viaje a Perpiñán del vicepresidente Carod-Rovira -teóricamente para explorar vías de negociación con ETA, pero en la práctica para pedir a la banda terrorista que dejara de atentar en Cataluña-, se abre la caja de los truenos. Maragall fulmina a Carod, pero lo sustituye como número 2 del Govern por un personaje, Josep Bargalló, entre anodino y ridículo, del que sólo se recuerda su tenaz negativa a ponerse corbata.

Maragall se enfrascó en sacar adelante un nuevo estatuto de autonomía, una reforma concebida sobre la base de que el Partido Popular ganara las elecciones generales del 2004 y situara contra la pared los deseos del nacionalismo catalán de obtener mayores cuotas de autogobierno. No fue así, y el nuevo presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en una de las primeras muestras de su legendaria temeridad, se comprometió a convertir en ley el texto estatutario que aprobara el Parlamento catalán. Tras continuos rifirrafes con la oposición -recuérdese el famoso episodio del 3% pronunciado en sede parlamentaria-, y con su propio partido, Maragall tira finalmente la toalla en junio del 2006.

El nuevo tripartito, encabezado por José Montilla, ya nació débil, entre otras razones porque en las elecciones de noviembre de 2006 el PSC sacó cinco escaños menos de los que había obtenido Maragall tres años antes y se quedó a nada menos que 11 escaños de Convergència i Unió. Pero el problema fundamental de estos cuatro años es que no ha habido un solo gobierno sino tres, absolutamente autónomo cada uno de ellos en las materias de su competencia. Se ha dado así la circunstancia, insólita en cualquier gobierno democrático, de que el presidente no podía despedir a ningún conseller que no fuera de su partido, ni siquiera a un director general que le saliera rana.

Las consecuencias han sido demoledoras, dignas de una maldición bíblica. Maragall retirado de la política antes de que se le diagnosticara su terrible enfermedad, Carod convertido en un apestado en su propio partido, Joan Saura (Iniciativa) prematuramente relevado… Sólo Montilla sigue en pie, pero, tras el previsible descalabro del 28-N, nadie le ve como jefe de la oposición. Dado que se ha dedicado a la política durante toda su vida adulta, no es descartable que vuelva a presentarse la primavera que viene a la alcaldía de Cornellà. Lo cierto es que no tiene muchas más opciones...


(*) Ramiro Desvalls es un colectivo de periodistas y escritores catalanes, tanto de origen como de adopción

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