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Lógica de la fuerza

Lógica de la fuerza

miércoles 17 de noviembre de 2010, 16:22h
La semana pasada fue notablemente lamentable y decepcionante para el porvenir de la democracia y el derecho internacional en América Latina. Los hechos anotados, aún sin resolución, provienen de dos Gobiernos identificados con lo que suele identificarse ideológicamente como izquierda y que, se supone, se está haciendo cargo de la transformación de la región.

Primero fueron las declaraciones del general venezolano Henry Rangel Silva, jefe del Comando Estratégico. "Un hipotético Gobierno de la oposición sería vender el país. Eso no lo va a aceptar la Fuerza Armada Nacional". Si estas declaraciones hubiesen sido realizadas por uno de sus homólogos en México, Guatemala -jamás hablar de Honduras-, Dominicana, Colombia, el Perú o Chile, el terremoto habría sido de alta intensidad. Reuniones de emergencia de la Unasur, viajes del secretario general de la OEA, declaraciones permanentes y enfáticas de los mandatarios bolivarianos en cadenas de televisión, incluida CNN en Español, llamados urgentes a prepararse frente a la amenaza del imperio que, por fin, se hace realidad.

No ha pasado nada. El presidente Chávez ha respaldado al general Rangel anunciando su próximo ascenso a general en jefe y, por supuesto, ha denunciado la tergiversación malévola de los medios de comunicación y hasta del secretario general de la OEA: "Insulza, das lástima… No seas insulso. Una persona que ostenta el cargo que usted ostenta no debería dejarse manipular. Eres irresponsable, indigno. Lee primero, documéntate primero". Mal, dicen, paga el diablo a sus devotos.


Las declaraciones de Rangel se inscriben en una lógica de la fuerza y no de la razón democrática. Esta lógica de fuerza existe en América Latina desde fines del siglo XIX y continúa en el XXI. La fiesta del chivo o los desmandes de un dictador, de Vargas Llosa, es más actual que nunca.

En Centro América, el Gobierno de Daniel Ortega ha desconocido la decisión del Foro Permanente de la OEA, que le pidió, después de múltiples y difíciles sesiones de ese organismo, que repliegue a sus tropas de una zona en conflicto con Costa Rica y que el Gobierno de Nicaragua ocupa militarmente alegando su soberanía. No solo eso, sino que anunció además la posibilidad de retirarse de la OEA. "¿Qué sentido tiene estar en la OEA?", preguntó Ortega. Igualmente, el presidente nicaragüense denunció la conspiración en contra de su país, encabezada por la política expansionista de Colombia en el Caribe, a la que se unirían Panamá, Costa Rica, Guatemala y México, naciones con intereses con el narcotráfico.

Costa Rica no tiene más armas que el derecho internacional. País modelo de democracia desde la Revolución de 1948, carece de Ejército. La decisión de Ortega de no retirar sus tropas sabiendo quién es su adversario pone en peligro la credibilidad y vigencia del sistema interamericano ciertamente más que el espectáculo del golpe en Honduras. Viejos fantasmas como el fracaso de la Liga de las Naciones en 1934, a propósito de Etiopía, vienen a la memoria. El imperio de la fuerza está vigente en el siglo XXI.

alandazu@hoy.com.ec
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