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La gran lección de Catalunya

La gran lección de Catalunya

domingo 28 de noviembre de 2010, 23:31h
Lo escribiré con cautela, a sabiendas de la que me puede llover encima: el resultado de las elecciones autonómicas de Catalunya no es una buena noticia sólo para los nítidos vencedores en las urnas, esto es, la CiU de Artur Mas y Josep Antoni Durán i Lleida –dos grandes políticos, serios, preparados y creíbles–, sino para el conjunto de España, aunque sólo sea por la claridad de la derrota inflingida por los electores al pintoresco PSC del cordobés Montilla y a sus inconsecuentes aliados del funesto tripartito. Los electores catalanes han demostrado buen sentido y racionalidad, en lo que puede ser el primer indicio de corrimientos electorales de fondo en el conjunto de España, y por tanto de una apertura a la esperanza de que, más temprano que tarde, la política nacional inicie también un retorno a la racionalidad y supere estos penosos años de inmersión en simas de incompetencia, caos de gestión de la economía y radicalismos pintorescos que han caracterizado la presidencia de Rodríguez Zapatero, aceptada ya por todos como la peor, con mucha distancia, etapa política de España desde el inicio de la transición.

Lo importante ahora es que no se confunda al PSOE con el inverosímil Rodríguez Zapatero, el peor presidente de la historia democrática de España, ni al PSC con el aún más inverosímil Montilla, toda una broma política en una Comunidad tan seria e importante como Catalunya. Esto es necesario porque el PSOE, a pesar de personajes tan peculiares como los citados, es un gran partido, con muchos políticos de gran nivel en sus filas y necesario para el equilibrio político de España y para la amplia concertación transversal de una política de racionalidad económica y progreso que nos saque, lo antes posible, del terrible y profundo foso en el que nos ha sumergido la etapa de Rodríguez Zapatero, el raro e insuficiente personaje empecinado en llevarse por delante la gran obra política de todos, derechas e izquierdas, que fue la transición basada en la reconciliación nacional y sintomáticamente extraviado en raros experimentos de ingeniería social que nadie parecía haber pedido y que probablemente sólo respondan a sus profundas carencias intelectuales y a su visible relativismo ético.

atalunya está de fiesta y no es para menos y no quiero dejar de expresar mi convicción de que la de Catalunya es una fiesta en la que todos debiéramos participar, porque los resultados de las elecciones catalanas no sólo son buenos para Catalunya, sino para todo el país. Ahora sólo falta desear que el maremoto electoral iniciado en Catalunya extienda pronto su valor de regeneración por toda la plural geografía española. No es por casualidad que tercamente, una y otra vez, cada vez que los debates parlamentarios llegan por la televisión a los ciudadanos, las encuestas nos digan que el político mejor valorado por el conjunto de los españoles es el democristiano nacionalista catalán Josep Antoni Durán i Lleida. Esta valoración pone de manifiesto el buen sentido de los ciudadanos y nos dice más que cien comentarios lo que los españoles esperan y tienen derecho a esperar de los líderes políticos.

Este modesto comentarista, radicalmente fiel a los valores que hicieron posible aquella Transición democrática que asombró al mundo, cree sinceramente que somos muchos los españoles no catalanes que, de norte a sur y de este a oeste de nuestra compleja y plural geografía, compartimos hoy la alegría del pueblo catalán y pensamos que el inequívoco y muy expresivo resultado de las elecciones autonómicas catalanas es la señal de que algo ha empezado a cambiar, para bien, en todo este plural país, tan deteriorado por estos años de corrosivo e incompetente gobierno de Rodríguez Zapatero, favorecido por cierto por la rara pasividad del partido mayoritario de la oposición.

El ambiente económico, no se puede ocultar, es ya de pánico y requiere que no se demore una política seria y compartida para afrontar y vencer la crisis. En la madrileña calle de Génova deben ser conscientes de que han terminado los tiempos de esperar que la fruta madura caiga del árbol. El país espera un pronunciamiento claro y firme del PP para que el conjunto de los partidos de la oposición exijan el adelantamiento de las elecciones generales, de modo que sean los electores quienes marquen las reglas del juego a los políticos y a los partidos. El prolongamiento de esta agonía puede llegar a ser letal para la economía española y por tanto para todos los españoles, lo mismo empresarios que trabajadores. España, esto es, los españoles, necesitamos un Gobierno serio y creíble, suficientemente transversal como para estar en condiciones de decir la verdad a los ciudadanos y de unir los esfuerzos de todos, única forma de evitar la terrible caída por el precipicio económico que está delante mismo de nosotros.
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