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La hora de nuestra América

La hora de nuestra América

martes 30 de noviembre de 2010, 04:54h

La IV Cumbre de Jefes de Estado de la UNASUR que tiene lugar el 25 de este mes en Guyana, con la participación de la presidenta argentina Cristina Fernández, es una buena ocasión para reflexionar sobre la importancia de los procesos de integración que se vienen desarrollando en la región.

América Latina y el Caribe son protagonistas, en el contexto de la crisis capitalista mundial, de una serie de cambios que, como bien caracterizó el presidente de Ecuador, Rafael Correa, más que a una época de cambio, nos acerca a la posibilidad de un cambio de época.

Como muestra de esto, se debe resaltar el accionar de los gobiernos de izquierda y progresistas que llevan adelante, desde la llegada de Hugo Chavez al gobierno en 1998, una confrontación con los dictados del Consenso de Washington priorizando la soberanía nacional y la integración continental de nuestros países y dejando atrás los momentos en que sufrieron aisladamente las amenazas e intervenciones del imperio.

En estos años fueron varias las instancias creadas para dar forma institucional y política a la integración. Se destacan la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América Latina (ALBA), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), la continuidad del MERCOSUR y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

Estos reagrupamientos pusieron en primer plano el interés de los pueblos del continente, llevan adelante una solidaridad efectiva y jugaron un papel decisorio, por ejemplo, para frenar los intentos secesionistas en Bolivia, en la recomposición de las relaciones entre Venezuela y Colombia y en el fracaso del golpe de Estado en Ecuador.

Estos procesos integradores retoman la herencia de los padres fundadores de la primera independencia de nuestra América.

La tendencia heterogénea de los mismos, pero la coherencia que manifiestan en su voluntad de superar las lacras del neoliberalismo, vinculado con las políticas de integración han transformado a Latinoamérica, de patio trasero del imperio, en un espacio de deterioro de la hegemonía estadounidense.

Esto hace que el imperio busque recuperar influencia, para lo cual cuenta con menos capacidad económica de presión, dada su crisis, y recurre entonces a la desestabilización política y la presión militar.

Basta ver la reactivación de la IV Flota y la instalación de bases militares, sobre todo en Colombia, transformada en una suerte de portaaviones terrestre para las fuerzas estadounidenses.

Frente a esto, y gracias a las políticas llevadas adelante por los gobiernos avanzados de la región, el rol del Estado, la defensa de los intereses nacionales, la solidaridad y la integración regional se fortalecen como alternativas de las sociedades frente a los descalabros del modelo de sociedad de mercado.

En el camino de estas alternativas, se legitimó nuevamente un debate que, asumiendo que la solución no está en los marcos del capitalismo, pone de nuevo en relieve la perspectiva socialista en algunos países del continente.

La integración latinoamericana permitirá a nuestra región jugar un rol activo en el mundo actual, es decir, en el mundo del fin de la unipolaridad, un mundo en el que coexistan distintos centros de poder, uno de los cuales debe ser América Latina.

Los sectores de izquierda y populares han contribuido a esta situación y debemos aportar a que en nuestra región no suceda como en otras regiones del planeta, donde la crisis del neoliberalismo abre paso a soluciones conservadoras.

Esto requiere ubicar correctamente al enemigo principal, la derecha al servicio del imperio, y no dejarse arrastrar por ésta como ocurrió con la 125 donde algunos sectores quedaron atrapados por los intereses de la confabulación entre los pulpos sojeros y los medios de comunicación, con Clarín a la cabeza.

En nuestra América luchamos por la segunda y definitiva independencia, va de suyo que la integración en sus aspectos políticos y económicos es fundamental para afianzar estos procesos de soberanía y mayor justicia social.

Las fuerzas conservadoras y restauradoras en nuestros países y sus jefes externos no aceptan esta situación. Hacen lo posible para detener y revertir los avances de las izquierdas y los gobiernos progresistas. Defender y profundizar la integración es el camino que nos acercará al triunfo.

Un camino que fue diseñado por San Martín, Martí y Bolívar, entre otros, y que hoy retomamos andando codo a codo con los líderes de los procesos de transformación y siempre con Fidel como guía y ejemplo.

La apuesta por la integración regional es uno de los grandes aciertos del gobierno argentino, priorizando nuestra pertenencia al espacio latinoamericano. El aporte y la influencia que de esto se desprende, pone histérica a la derecha vernácula que lo vive como uno de los grandes "pecados" del gobierno.

Una prueba de esto la vivimos en nuestro país cuando, en la ciudad de Mar del Plata, los presidentes de la región enterraron el ALCA en las mismas narices de George W. Bush y en la reunión convocada en buenos aires ante el intento de golpe en Ecuador. Este es un camino que los comunistas apoyamos y apoyaremos en nuestra lucha por radicalizar los procesos de cambio.

Un camino que tiene como horizonte la derrota del capitalismo y la construcción de un sistema superador basado en la integración regional, la construcción de un nuevo modelo económico-social inclusivo y en nuevas formas de gobierno más democráticas.

Para esto es fundamental radicalizar los procesos de transformación frente a los intentos restauradores. La unidad de las fuerzas de izquierda, en toda su pluralidad y amplitud, es una condición fundamental para garantizar nuestra victoria y alumbrar un cambio de época.

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