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Desafecto de los desafectos

Desafecto de los desafectos

jueves 02 de diciembre de 2010, 18:37h

Hace ya algunos años -bueno, pocos; que a mi me gusta quitármelos: aunque al final ni lo hago ni se nota- el antropólogo catalán Manuel Delgado me decía "yo estoy en contra de los que están en contra de los toros". Y me lo decía -y, por favor, que sólo quiero poner la frase como paradigma: no es ahora éste el debate- a raíz de la aparición de su neonato ensayo de entonces De la muerte de un Dios en que defendía el rito taurino, a principios de los noventa.

Pero, como ya estoy harto de ciertas cosas, me acojo a la frase y proclamo que "estoy en contra de los que están contra de la política". Y, ¡cuidado!, he dicho la política, que no los políticos. Aunque, si me he de sincerar, tal vez deba incluir en mi proclama a quienes atacan sistemáticamente a estos últimos.

Porque, claro, dejémonos de tonterías, hay una tendencia generalizada -que, además, luce fantástica en sociedad -a desentenderse de la política. Y la excusa para acogerse a la misma es que los políticos lo hacen, supuestamente, fatal. Bueno, todo es discutible y, tal vez, el primer factor a contemplar es que una cosa son los políticos y otra la política.

Y, empezando por ahí, desde luego, hay quien se apoya en este último factor conceptual y sugiere la sensación de optar por la vía generalista, e irreflexivamente -y antipolíticamente, por ende-, fácil: es incapaz de ver que lo que se define como vida social humana tiene, básicamente, un componente esencial que se concreta, sobre todo, en la política. Vaya, ¡que todo es política!, si somos realistas. Y -¡vaya!- qué fácil es ser un comodón, seamos claros.

Pero es que luego también tenemos instalada la imagen concreta de los políticos como si fueran una panda de inútiles -chorizos, a veces- indocumentados que sólo miran para sí y para su bolsillo. Bueno. ¡Pues de todo habrá!. Ahora bien, ¿son peores que el resto?. Seguramente, no.

Hay, sobre todo, un debate paradigmático -entre otros muchos, claro- en el argumentario 'antipolíticos' (hablamos, sí, de individuos) que ha hecho fortuna y que es absolutamente risible. Y se origina con la pregunta sobre "Y éste, ¿qué demostraría en la esfera privada?". ¿Por qué no hacemos la pregunta al revés y nos cuestionamos la efectividad de quien viene del ámbito privado si se mete en la cosa pública?. Más de uno fracasaría, seguro.

Vaya, pues, mi homenaje, a todos aquellos que se dedican a la política -algunos de los cuáles, incluso visceralmente, en mis antípodas ideológicas- con voluntad honesta, y que quiero ejemplificar -sin menoscabo de quienes no formarán parte del mismo- en los diputados que entrarán en el próximo 'Parlament' catalán -de CiU, PSC, PP, ICV, ERC, SI i C's- y en otros que lo han intentado. A todos ellos, mi reconocimiento, que los palos ya llegarán para quien no haga lo que debe hacer.

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