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Medir la calidad de los políticos

domingo 12 de diciembre de 2010, 14:03h
   En los papeles de Wikileaks, los políticos españoles no salen demasiado bien parados. Tampoco los de otros países. Y lo mismo los jueces, fiscales, etc. Es curioso que no haya revelaciones sensibles sobre los periodistas -al menos no han salido todavía- porque creo que en ese terreno también habría diversión asegurada. Los diplomáticos y otros servicios de información tratan siempre de pulsar las opiniones de quienes aparentemente saben lo que pasa (o parece que saben, o se lo inventan, que de todo hay) porque de eso viven. Una frase del ex ministro Moratinos me ha llamado la atención. Se la dijo en su día al embajador Aguirre, de Estados Unidos: "somos la octava potencia mundial y EE.UU nos trata como un país de quinta fila".

   No es el caso entrar ahora en si somos la octava o la décima potencia. Lo que me parece sobresaliente es si nos merecemos el trato que nos dan. Las encuestas del CIS vienen situando la calidad y el comportamiento de los políticos como una de las primeras preocupaciones de los ciudadanos. El derrotado president Montilla, después del varapalo electoral presentó su renuncia al acta de diputado, pero no renunció a ninguno de los privilegios económicos que le tocaban con lo que va a cobrar una pensión de casi 120.000 euros hasta dentro de cuatro años y de 80.000 después. Y ahora se ha sabido que va a seguir al frente del PSC una larga temporada. Para que no venga otro. Con lo cual se demuestra que no asume la responsabilidad política de la derrota electoral ni de los errores de cuatro años de gobierno y de un pacto que ha dejado Cataluña bajo mínimos. Los que hacen mal a Cataluña están más veces dentro que fuera de esa región española. Y algunos se agarran al poder al precio que sea. Ni siquiera el veredicto ciudadano cada cuatro años es capaz de cambiar las cosas que deben cambiar.

   Creo que me he referido en otra ocasión al libro "Calidad de la democracia en España. Una auditoría ciudadana", de Ramón Vargas Machuca -un profesor e investigador que procede del marxismo, que fue diputado por el PSOE, miembro de su Comité Federal y que abandonó la política en la mitad de la década de los noventa, si no recuerdo mal- y de Manuel Pérez Yruela. Estos profesores han elaborado un índice de 53 indicadores que analizan la legitimidad global de la democracia, el funcionamiento del Estado de Derecho, la calidad de la representación política, la capacidad efectiva del Gobierno y la fuerza de la sociedad civil. La calidad percibida, que al final es la que importa porque son los ciudadanos los dueños de la democracia y no quienes a veces detentan el poder, es muy baja. Cada día más. No está en cuestión la democracia, aceptada por un ochenta por ciento de lo ciudadanos, sino su calidad. No discutimos a los representantes de los ciudadanos, discutimos la calidad de la clase política.

   Deberíamos, hacer una auditoría externa, seria, rigurosa, de los políticos, de su gestión, a nivel nacional, autonómico y local, por investigadores  o institutos ajenos a la política, que valoraran el trabajo, las actuaciones, la coherencia, el grado de cumplimiento del programa, la satisfacción del ciudadano-usuario. Ya sé que es una quimera, pero las empresas serias lo hacen y corrigen el rumbo. Los partidos deben ser conscientes de que están avanzando por una senda peligrosa y que quienes hoy no creen en la calidad de la democracia, mañana pueden identificar la parte con el todo y no creer en la esencia. El riesgo, el problema que detectan las encuestas es muy claro: los partidos sóo se escuchan a sí mismos.
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