En estos años el consumismo ha penetrado aún más en el ideario de los más pobres
Braudel distingue en su obra histórica los hechos puntuales de las grandes tendencias, los movimientos de muy largo plazo que originan y dan sentido a la cronología. La coyuntura y la larga duración, como llamaba a cada una de estas maneras de ver la historia, se reflejan asombrosamente en el mundo maya, cuyo calendario también preveía la cuenta de los días y por otro lado largos períodos, de centurias y milenios, la cuenta larga y la cuenta corta. La historia, sobre todo la cuenta larga, es la única base más o menos cierta de la prospectiva, de adelantar lo que el futuro nos depara. Si bien es verdad que es muy difícil hacer profecías, sobre todo acerca del futuro como irónicamente dicen los ingleses, también es cierto que algunas grandes mentes históricas pueden señalar esas tendencias largas y ver a su luz el porvenir. El historiador tiene mucho de profeta, llega a decir Ortega y Gasset.
Así, el ejercicio de anotar algunas posibilidades para el 2011 ha de referirse a la historia reciente pero sobre todo a la cuenta larga. Entre tantas tendencias que hoy parecen verse en Venezuela, destaca la pérdida de lugar en el equilibrio de las potencias. Luego del reparto económico capitalista de mediados del siglo XIX, América Latina quedó como productora de materias primas para los centros metropolitanos de Europa y Estados Unidos, encuadre en el mercado mundial que nos dio ventajas sobre Asia y África hasta mediados del siglo XX. Estábamos alineados con las potencias industriales, desde 1920 con Estados Unidos y en contra o al menos lejos de la Unión Soviética, en el mundo bipolar de la Guerra Fría. Tal encuadre daba mucha mayor independencia que el soviético, como atestigua Cuba hasta la caída del imperio ruso. Para muestra el fifty-fifty en el reparto de la riqueza petrolera y luego la OPEP, dos productos hechos en Venezuela que cambiaron la historia económica mundial en contra de las potencias.
La hegemonía norteamericana desde los noventa llevó a los países líderes de América Latina a reacomodarse frente a la única superpotencia. México primero y ahora Brasil se han aprovechado de la bonanza norteamericana y el segundo inclusive logró aislarse de su debacle reciente, gracias entre otras cosas al aumento sostenido del precio de los commodities, políticas fiscales conservadoras y gasto social focalizado. Más y más inteligente amistad con los países ricos es el lema de la América latina de la posguerra fría.
Otro modelo
Salvo Venezuela y sus colonias del ALBA, que han escogido otro modelo que ya no es saltar a la órbita de otra superpotencia, porque no existe, y ni siquiera privilegiar el trato con las potencias emergentes como China o India. Venezuela se ha unido al club de los villanos, Irán, Cuba, Siria y dentro de poco Corea del Norte, estados en coma, totalitarios y casi medievales, frente a los cuales hasta Chávez parece un demócrata. El modelo brasileño le queda grande al Gobierno, sin que además haya sacado nada en claro de los pingües negocios mercadeados por Lula en esta década. No estamos en ninguna parte, nos hemos hecho enemigos del guapo del barrio (EEUU) para aliarnos con los indefensos enfermos del manicomio cercano.
Esta tendencia profunda nos ha dejado desguarnecidos precisamente frente a Estados Unidos. Como ya no le importamos a nadie con verdadero poder, estamos muy lejos de China o Rusia, los norteamericanos se ven con el campo libre en Venezuela, quien tiene una década agrediéndoles verbal y diplomáticamente (pero no de hecho, el petróleo socialista sigue llegando manso coast to coast). Con lo cual, Chávez acabó con el espacio de maniobra frente a EEUU que los cuarenta años de democracia forjaron antes de su llegada. Y lo que se dice de Estados Unidos se puede decir también de Europa, que ya no puede seguir tapando el Sol con el dedo mercenario de Ramonet. Consecuencia para el 2011: más aislacionismo de Venezuela frente a nuestros vecinos y centros de interés, entrega de nuestros recursos a la hambrienta China, como se han visto forzados países africanos, todo camuflado entre acuerdos de cooperación con Bolivia, Guinea o Allastán. Van diez años de soledad, y seguirán.
Sensacional
No estar en ninguna parte también ocurre fronteras adentro. La única creación genuina de la revolución son algunas construcciones de Ávila TV, como una versión urbana de Florentino y el Diablo verdaderamente sensacional. Salvo eso, diez años después ("undécimo de la revolución bolivariana", se atreve a fechar sus decretos el Presidente) seguimos con Alí Primera, Silvio y Mercedes Sosa. Pero, ¿cómo puede ser el rap o el reggaeton vehículo de un mensaje socialista? Es una contradicción en los términos, el uso de las manifestaciones culturales más decadentes de la opresión burguesa sobre el proletariado urbano para un mensaje de liberación, para emplear el mismo lenguaje de los teóricos oficiales. No puede ser socialista una subcultura que tiene en la ostentación uno de sus núcleos, los collares extravagantes y carísimos de los reggaetoneros lo más aparente.
El ejemplo del reggaeton chavista es muestra de una tendencia general. La cultura de los medios de comunicación masivos, o sea la televisión, que es de la que vive un altísimo porcentaje de la población con independencia de su signo político, es tan contraria a los valores cívicos tanto del chavismo como de la oposición que la vida del venezolano medio es esquizofrénica, con múltiples personalidades. Quizás peor, porque los esquizofrénicos son relativamente pocos, la mayoría tiene en la cultura mediática su única realidad vital.
En medio
No estamos ni en el socialismo ni en el capitalismo, sino en medio, al igual que en el exterior nuestra posición es ambivalente a rabiar. En realidad, estamos en lo peor de ambos mundos. Del capitalismo recogemos su cara más fea, las manifestaciones de las subculturas carcelarias de Estados Unidos (como algunos recordarán, hasta hace poco los tatuajes eran cosa de presos) que se han convertido en la cultura oficial proletaria, fenómeno denunciado desde hace tiempo por Obama. Y el socialismo es la mampara de un autoritarismo atávico, semejante a los caudillos predemocráticos hasta en la adulación ridícula. Del capitalismo vivimos la especulación cambiaria como principal negocio, pero no la competencia ni el trabajo de Sol a Sol ni la pasión por la tecnología. Y del afán igualitario de la izquierda solo queda una cultura de la adulación, de la "jaladera", aderezada por el fenómeno nuevo en nuestra historia del miedo al Gobierno.
Esta esquizofrenia paraliza al país y lo mantendrá así por mucho tiempo, aspiramos a los frutos de la prosperidad capitalista sin su precio, recitamos la frase casi siempre vacua de que "Chávez tiene razón en muchas cosas", pero no vemos la incompatibilidad a veces brutal entre ambas posturas. Peor, en estos años el consumismo ha penetrado aún más en el ideario de los más pobres, por la política de las importaciones desmedidas, pero la mayoría de estos votan por algo muy semejante al comunismo. Vivimos una vida de locos, literalmente esquizoides.
El remedio corresponderá a una cultura de mínimos, de consensos elementales, luego de que un Hugo Chávez derrotado en las elecciones implique mayor poder para los más sensatos de su partido; hace tiempo que la oposición está en mano de políticos de oficio, demócratas a cabalidad, capaces de ese entendimiento: los talibanes de la oposición ya no tienen fuerza.
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