En la semana que pasó, tanto la Reserva Federal, como el Presidente de los Estados Unidos, ratificaron estar dispuestos a seguir con la política de expansión monetaria y fiscal que se viene desarrollando desde la crisis financiera del 2008, para lograr, finalmente, recuperar a la economía norteamericana, en especial en su capacidad de generar empleo.
A su vez, los líderes europeos más importantes también ratificaron su voluntad de defender al Euro y a la eurozona en su conjunto, mientras se van concretando algunas medidas estructurales para limitar el excesivo, generoso e insostenible “Estado del Bienestar” de la Europa mediterránea.
Si toda esta maquinaria logrará los objetivos deseados está por verse.
Mientras tanto, lo anunciado son buenas noticias para el mundo emergente en general y para la economía argentina en particular, dado que, en consecuencia, el escenario de alta liquidez global, buenos precios de los commodities, en especial agroalimentos, y buen nivel de actividad por ingreso de capitales o menor fuga, tiende a consolidarse durante el 2011.
Sin embargo, no son tan buenas noticias para los sectores del mundo emergente que no producen commodities, y compiten en el mercado externo.
Me explico. La política de expansión monetaria y bajas tasas de interés, de los Estados Unidos, genera que se “vendan” dólares y se compre “todo lo demás”. Pero como el dólar es la moneda de reserva internacional predominante, esto se traduce, en un aumento del precio del resto de las monedas.
Esto fue lo que, en mayor o menor medida, estuvo sucediendo, en los últimos tiempos y, en especial, durante el segundo semestre del año pasado.
La mayoría de los países emergentes, en particular en la región, acompañaron este movimiento, interviniendo, acumulando reservas, pero permitiendo que sus monedas se revaluaran nominalmente respecto del dólar.
En ese contexto, los sectores de dichos países cuyos precios internacionales en dólares no crecen, básicamente, los sectores industriales, pierden competitividad cambiaria. (Sus productos se encarecen en dólares).
Permítanme aclarar usando como ejemplo a Brasil: Un producto industrial brasileño que valía doscientos reales, cuando el dólar valía dos reales, costaba 100 dólares. (200 dividido 2) Ahora, que el dólar vale 1,65 reales, si el producto sigue valiendo 200 reales, cuesta 121 dólares (200 dividido 1,65). Es decir ese producto se encareció, en dólares, un 20%. Por lo tanto, le resulta más difícil competir en el mercado mundial.
Viceversa, un producto importado que costaba 100 dólares, valía, en el mercado local, 200 reales. Ahora vale, sólo, 165 reales. El precio de las importaciones, en moneda local, ha caído.
Esto no sucede con los commodities, por ejemplo, cuyos precios internacionales en dólares se han elevado. En ese caso, lo que “pierden” los productores locales por la revaluación de la moneda, lo recuperan por el aumento de los precios en dólares. Si una tonelada de soja valía 450 dólares, y el dólar dos reales, dicha tonelada costaba, en el mercado interno, 900 reales. Si ahora el real vale 1,65, pero la tonelada de soja aumentó y vale 550 dólares, la soja en el mercado interno sigue valiendo aproximadamente 900 reales
Y esto se replica, a lo largo de todo el mundo emergente, cuyas monedas se han revaluado contra el dólar.
Los gobiernos, preocupados por este fenómeno, intentan moderarlo, entorpeciendo el ingreso de capitales en sus países, o interviniendo comprando dólares para sostener el precio. El problema que si compran dólares con emisión, ( y no con recursos genuinos) a menos que después retiren esos pesos del mercado, colocando deuda o subiendo encajes, esa emisión se traduce en más demanda interna, y más inflación, de manera que el tipo de cambio se cae igual, por inflación, en lugar de revaluación.
Es lo que pasa con el Banco Central de la Argentina que, como además emite para financiar la expansión de gasto del gobierno, alienta la demanda interna, pero produce mucha más inflación y, por lo tanto, el tipo de cambio se cae más rápido.
En síntesis, los anuncios de la semana en el mercado global, presagian para la Argentina, si la política cambiaria, fiscal, monetaria no cambia, y no va a cambiar, otro año de buen crecimiento, pero con alta inflación, más pérdida de competitividad de los sectores no agrícolas y más pobreza para aquéllos cuyos ingresos no se indexan