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Seguir en caída libre

Seguir en caída libre

martes 01 de febrero de 2011, 13:55h

 La inflación, ese concepto de la ciencia económica que tiene definiciones técnicas, es identificado por el común de los mortales como la suba generalizada de precios. Sin embargo, así planteado deja la sensación de que los culpables de la suba son los precios –o quienes los fijan-, ocultando la contracara del fenómeno, que es la pérdida de valor de la propia moneda, como lo hemos reiterado desde esta columna.

El tema no es políticamente menor, porque lleva a fijar la atención sobre quienes pocas veces tienen responsabilidad en el fenómeno (como los empresarios y los propios trabajadores) mientras oculta a quienes realmente lo provocan (los gobiernos).

La moneda tiene, entre otras funciones, la de reserva de valor de la parte de riqueza de las personas que deciden mantener en condiciones de ser utilizada en situaciones rápidas y consumos cotidianos. También puede usarse para guardar en ella toda la riqueza, pero las personas usualmente tienen su riqueza distribuida entre bienes inmuebles –su hogar, su oficina, su propiedad de fin de semana o vacaciones-, otros bienes tangibles muebles –por ejemplo su automóvil, su equipo informático, etc-. y utiliza la reserva “líquida” para gastos que se relacionen con sus consumos habituales o su giro económico comercial o industrial.

La disminución del valor de la moneda significa que se ha producido un incremento de la relación entre la cantidad de circulante y la totalidad de bienes producidos por la economía. Por eso el dinero pierde valor, dando la impresión de que los precios “suben”.

Como en cualquier relación, la causa del desequilibrio puede estar en cualquiera de los dos extremos: ha subido la cantidad de dinero con respecto a los bienes existentes, o se ha reducido la cantidad de bienes con respecto al dinero circulante.

Si la economía argentina viene creciendo –según la estadística oficial, que no está claro que sea cierta pero admitamos que lo sea- a un nivel histórico récord, está claro que no puede imputarse el desequilibrio coherentemente, a la escasez de bienes. Claramente está en el otro extremo de la ecuación: el exceso de dinero.

¿Por qué hay exceso de dinero? La fabricación del dinero no está en manos de cualquiera, sino que es el monopolio del Estado. Por supuesto que esta simplificación extrema debe ser matizada con todas las herramientas de política monetaria que el Banco Central dispone para aumentar o disminuir el circulante o, en forma menos efectiva, su velocidad de circulación –que también incide en la disponibilidad de las personas-, etc. Pero por una u otra causa, se llega a la misma consecuencia: el exceso de dinero provoca que éste pierda valor frente al resto de los bienes, que no lo hacen. El reflejo es que los bienes de consumo masivo mantienen su valor.... aumentando su precio en moneda argentina –aunque no en reales, uruguayos, chilenos o Euros-.

¿Por qué la inflación afecta a las personas de menores ingresos? Pues porque son las que, de la totalidad de su riqueza, deben destinar un porcentaje mayor en disponibilidad para su consumo, y no tienen a su alcance mecanismos de defensa de ese valor –como lo es, para quien tiene más riqueza, preservarla arbitrando con valores financieros o divisas, comprando bienes inmuebles, acciones o bienes en cuotas fijas interminables-. La inflación les expropia –o, mejor definido, les confisca- ingresos a las personas que no tienen a su alcance estos mecanismos porque consumen todo lo que ganan, y no afecta tanto a las que sí pueden hacerlo.

¿Cuál es la medida de esa confiscación? Pues varias. Una de ellas es el índice de precios. Otra, el precio promedio de las divisas extranjeras estables. Si el promedio de precios de la economía sube, y si el promedio del precio de las divisas extranjeras estables sube, está claro que lo que ambos fenómenos están mostrando es que el valor del dinero argentino baja, en forma correlativa. Por eso vale tanto el real, el peso uruguayo, el Euro, el peso chileno, el yen, la libra esterlina... Lo pudieron notar claramente los compatriotas que fueron de vacaciones al Brasil, al Uruguay o a Chile. Y si no se nota tanto frente al dólar, es porque el valor de esta divisa ha caído como nuestro peso, aunque en un proceso diferente ya que está dirigido a la recuperación de la capacidad exportadora de EEUU, que no prohíbe sus exportaciones principales como sí hace la Argentina con la carne, el trigo y otras producciones fundamentales.

De ahí que deba recordarse, frente a cada punto de “inflación”, que es el equivalente a la confiscación de varios puntos más de la riqueza disponible de las personas más pobres, y que frente a cada aumento del promedio del valor de las divisas –no del dólar, que también está teniendo su “inflación” propia- existe una confiscación equivalente de la riqueza personal de los argentinos de ingresos fijos, desde jubilados a titulares de planes sociales, retiros, informales y sueldos en negro.

La medida de esta confiscación no es menor: actualmente hay consenso entre los economistas que se encuentra entre el 25 y el 30 por ciento anual, aunque el termómetro oficial (“elaborado” por el INDEK) afirme que se encuentra en el 10 %. Este aumento, verificado por las personas en los supermercados, coincide con el aumento anual del “circulante” informado por el Banco Central. Que, bueno es destacarlo, no se acompaña con similar aumento de las reservas, que se han mantenido aproximadamente en el mismo nivel porque el gobierno se apropia de cualquier incremento, lo que es otra causa del deterioro del valor de la moneda, o sea de la “inflación”. Más pesos pero iguales reservas, significa –a grandes rasgos- menos respaldo, o sea menos valor de la moneda.

 ¿Hasta cuándo aguantará esto? Pues... hasta que alguien toque el silbato y desencadene la estampida. Se traducirá en huida hacia la divisa, remarcación afiebrada, caos de justos reclamos sindicales, calles paralizadas por personas hambrientas... y a empezar de nuevo. Una nueva década perdida, sacarle algunos ceros a la moneda, mirar con envidia el entorno regional que no se dedique a “descubrir la pólvora” y seguir escuchando las voces impostadas de los aprendices de brujos imputando la crisis con hipocresía al “neoliberalismo” y “los monopolios”.

El problema no está en Paglieri o en Moreno, meros fabricantes improvisados de termómetros defectuosos, o en recrear un INDEC creíble con el apoyo del FMI. Está en la administración kirchnerista, que se apropia en forma grosera de gran parte de la riqueza de los argentinos para financiar su aparato clientelista y su corrupción ramplona y en una oposición que ante la chance de llegar al poder, prefiere dejar escapar el horizonte aunque ello implique seguir estafando a los argentinos que trabajan, cuyos ingresos, representados por la moneda, están en caída libre.

Ricardo Lafferriere

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