Esta semana tiene lugar en Ginebra una importante reunión de Naciones Unidas para la defensa de los derechos humanos. Leo en los periódicos suizos –en España no he encontrado ni una sóla noticia sobre el particular- que se trata de “salvar de la insignificancia la capital mundial de los derechos humanos”. Hace treinta anos, aquí se firmaron nuevos acuerdos sobre la Convención de Ginebra.
Hace un año, la Comisión de Naciones Unidas encargada de defender los derechos fundamentales fue disuelta despues de sesenta años de vida, porque se le reprochaba que no era más que una mascarada en manos de los bloques de paises que se unían para no condenar nada. La mató el descredito y la inacción. Sobre sus cenizas, 47 países crearon un Consejo que nacia para pasar revista a todos los mecanismos que fallaron en la anterior Comisión e inventarse algo para que los derechos humanos no siguieran siendo la asignatura pendiente de un mundo civilizado.
Palestina, Líbano, Sudán, Kosovo, Africa entera –más todavía tras la reciente reunión del G-8, porque las promesas se las lleva el viento-, Cuba, Venezuela, Bolivia, China y tantos otros lugares del mundo siguen siendo un grito para la libertad, una sangrante deuda pendiente de los países civilizados, una vergüenza para las democracias occidentales que, en la mayoría de los casos, miran hacia otro lado, mientras esquilman sus reservas o negocian tapándose la nariz... O sin hacerlo.
Los vetos de unos, el desprecio absoluto hacia los derechos fundamentales de los otros no tiene nada que ver con lo que los países occidentales dicen defender. Las esperanzas, en Ginebra, son escasas. No será fácil un acuerdo por unanimidad y, si no es así, la marcha del nuevo Consejo apunta hacia la inanidad. Un pequeno paso ha sido la creación de una Oficina de acogida para las ONGs, gracias al apoyo de Suiza. Si las ONGs tienen un lugar para exponer sus propuestas, algo saldremos ganando. Pero no es suficiente.
El noventa por ciento de las ejecuciones capitales en 2005 se han producido en los paises miembros del nuevo Consejo, 17 de ellos islámicos. Aquí están representados, entre otros, Argelia, Arabia Saudi, Azerbáiyan, China, Cuba, Nigeria, Pakistán, Rusia o Tunez, que non, precisamente, adalides de los derechos humanos. Así que las esperanzas de avanzar por el camino de la condena de todos aquellos que no respetan los derechos humanos son mínimas. Pero aun así, hay que confiar en algo. Seguramente falta voluntad política y sobra prudencia.
Seguramente importa más el comercio que la vida de un hombre. Sin duda, los dictadores tienen siempre quien les defienda. Pero hay cientos de miles de personas que no tienen ningun derecho, ni siquiera el de la defensa, ninguna posibilidad de desarrollarse en libertad, que no saben lo que es la justicia. Por eso, si fracasa esta semana la reunión de Naciones Unidas en Ginebra, el mundo estara un poco peor que antes, con menos esperanzas, con menos derechos. De aquí al 18 de junio se deciden cosas importantes en Ginebra. Aunque no salgan en las portadas de los periódicos.
*francisco.muro@planalfa.es