lunes 14 de febrero de 2011, 21:51h
El pensador y prócer cubano José Martí dejó este discernimiento preclaro e inmortal: “En política, lo único verdadero es lo que no se ve”. Es muy difícil verbalizar lo obvio, así que para eso están los genios del pensamiento y la palabra, como Martí, capaces de resumir una evidencia de tal magnitud que no cabría ni en el infinito libro de arena de Borges. Por supuesto, como dijo perfectamente Martí, en política lo único verdadero es lo que no se ve, porque lo que se ve es la Gran Mentira, el show business, el cemento, los fuegos artificiales, la decencia aparente que se proclama a voces porque es falsa. Si una mentira se repite, adquiere categoría de aparente verdad, como “España va bien”, “no hay crisis”, “los derechos del ciudadano son intocables”, “triunfó el capitalismo”, “las jubilaciones no peligran”, “somos la octava potencia del mundo”, y un largo etcétera de obscenidades que cubren la verdad para que no se vea.
En política, lo único verdadero es lo que no se ve, por ejemplo las tramas, corrupciones, espionajes, deslealtades, traiciones, perversiones, ineficacias, prevaricaciones, robos, estafas, etcétera, que conforman la verdad que no se ve merced al arte de la ocultación consustancial a la política. Lo único verdadero en la política es lo que no se ve, y cuando esa verdad aflora lo hace como el magma de un volcán, estalla, reacomoda los estratos, produce las crisis tan temidas por los políticos porque emerge la verdad, la que hace libres a los pueblos. Cuando esto acontece, los políticos huyen como ratas, en aviones, helicópteros, submarinos, tal cual se ha visto y se ve en estos días en que la verdad aflora muy cerca de Europa. La mitomanía europea, cultora de las mentiras que en el siglo XX costaron setenta millones de muertos, tiembla cuando a tiro de piedra florecen las revoluciones en los pueblos hartos de que en política, lo único verdadero sea lo que no se ve.
Los políticos, ineptos para la vida civil donde morirían de hambre por inútiles, viven de gestionar la incertidumbre ocultando la única verdad en política, que es la que no se ve, compuesta por iniquidades que hacen de la verdad una cosa escalofriante. El mayor esfuerzo político consiste en confundir, confundir crecimiento con desarrollo, por ejemplo, es decir darle al consumo una categoría suprema para lograr así la instauración de lo arbitrario. “Si no hay consumo no hay crecimiento”, vienen a mentir los políticos, olvidando ex profeso que es el desarrollo y no el crecimiento la herramienta de la evolución de los pueblos, porque de qué sirve el crecimiento si deja bolsas de miseria y marginación como si fueran “efectos colaterales”. Crecer a toda costa es como un crimen sin autor, la inmunidad parlamentaria que los políticos se arrogan para ocultar la verdad, la impunidad, en fin, que es delinquir sin consecuencias, llevar a la ruina a los pueblos sin que tamaño crimen tenga castigo.
Martí sigue vigente: “En política, lo único verdadero es lo que no se ve”. Cuánta razón tiene el prócer cubano, cuánta lucidez, qué verdad, “lo que no se ve”, lo que se oculta, lo que debe ser silenciado, porque si aflora, es el fin de lo establecido por la mentira.
Eduardo Keudell. Periodista y escritor.