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Eduard Pascual, escritor

“Me gustan historias que me atrapen en un mundo intermedio entre realidad y ficción”

“Me gustan historias que me atrapen en un mundo intermedio entre realidad y ficción”

sábado 05 de marzo de 2011, 10:43h

Eduard Pascual sumerge a los Mossos d’Esquadra (cuerpo en el que, hasta 2005, desarrolló extensamente su profesión como investigador criminal) en el extravagante caso de un asesino en serie que recrea crímenes propios de las novelas de un clásico del género, Vázquez Montalbán. Segundo trabajo de este “visual” escritor catalán (preocupado siempre por mostrar, más que por decir), exponente en nuestro país del llamado Police Procedural (subgénero de la novela negra), En el umbral de la muerte es, entre otras cosas, una novela atractiva, concisa y fluida, dotada de una economía discursiva en cada párrafo y de un marcado sentido del ritmo, que pretende y consigue la implicación constante del lector.

 

¿Cómo llega a adentrarse en el mundo de la creación literaria?

Leyendo con atención mucha ficción. Y de la admiración por aquellas personas que imaginaba, en mi infancia, como aventureros que no podían salir al mundo real a cumplir sueños que sí se atrevían a escribir. Pero también de darme cuenta que, aún siendo un niño, era capaz de cautivar a quienes me rodeaban con mi particular forma de describir la realidad que vivía en forma de pequeños relatos. Los años me alejarían de la escritura, hasta que en 1992 realicé un máster de dos años sobre escritura creativa en la Universidad Autónoma de Barcelona. Con todo, no fue sino hasta el 2008 que emprendería la verdadera aventura de escribir para publicar. En cualquier caso, no han sido años perdidos, sólo tiempo de maduración literaria.

 

Imagino que esa experiencia profesional ayudó y mucho a la labor de documentación en torno a la novela: procedimiento policial, mecanismos de indagación…

En el proceso de conocer el funcionamiento, la mecánica y los protocolos reales del operativo policial en particular, sí. En el acto de escribir de forma profesional, no, claro. Hay una distancia enorme y clara entre escribir un atestado, una carta, un email o un blog, y escribir una novela. Así pues, escribir sobre lo que conozco me permite no perder tiempo en documentarme respecto del proceso policial en la trama, pero no me exime de hacerlo respecto de ideas transmitidas en el contexto de la novela. Lo que sí es seguro es que cuando describo el escenario de un crimen es porque he visto muchos, y por tanto cuantos movimientos se desarrollan en el que yo describo, es exactamente a como se practicarían en la realidad. Del mismo modo, cuanto describo la comisaria y el comportamiento humano y profesional de sus hombres y mujeres, en definitiva del ser que respira como un ente propio, es tan real como la vida misma, y eso sólo puede hacerlo alguien que ha formado parte de la organización.  

 

¿La ficción supera a la realidad, o viceversa?

En mi opinión no; la realidad supera con creces cualquier ficción imaginada. Veamos cómo apoyar esto ante textos que descargan un torrente de sentimientos tan grande como lo hace En el umbral de la muerte: en una novela todos los actos suceden rápidamente, conectando unas escenas con otras con la intención clara del escritor de captar la atención del lector y evitar que la trama se haga tediosa, mientras en la vida real el drama se prolonga y ramifica desde los más íntimos estratos de la persona hasta la común personalidad de la sociedad; en una novela sentimos en la intimidad de la lectura hasta que la historia termina, y en la realidad compartimos el trauma público como algo común a todos nosotros y que se prolonga por años de sentimientos en el recuerdo social. No puedo apartar de mi mente casos como el de Marta del Castillo y la frase mediática “Todos somos Marta”. Como tampoco puedo obviar el estigma de esos padres, abuelos, familiares y amigos, que también somos todos, de soportar ese terrible dolor diario sin igual en una novela cualquiera, por cruda que pudiera llegar a ser. 

 

¿Cómo se cuela la figura de Vázquez Montalbán y sus obras en el argumento de En el umbral de la muerte?

Para responder esta pregunta me vas a permitir que ponga a los lectores en situación… Imagine por un momento que alguien de su entorno les cuenta que practica un juego a través de internet que se llama Bookcrossing. Después de fruncir el ceño o torcer el gesto en señal de desconcierto, según costumbre de cada cual ante lo que no conoce, se entera de que el juego en sí no es más que un intento de globalizar la lectura. El conocido le introduce así en una aventura posible en las calles de nuestras ciudades: localizar un libro escondido en algún lugar por otro practicante de ese juego. Después de embarcarse en la fascinante tarea de capturar el libro errante, lo atesora bajo el brazo hasta que por fin decide levantar la tapa y empezar a leerlo. Es entonces cuando observa que alguien, tal vez el desconocido que lo ha liberado para que usted lo cace, ha dejado un mensaje manuscrito en las primeras páginas en el que le anuncia una muerte inminente. En un primer momento tal vez se sorprenda, pero un instante después sonreirá y olvidará el asunto. Lo que le impacta es conocer días después que ese asesinato se comete de verdad, y muy cerca de donde usted vive. Éste es el principio argumental de En el umbral de la muerte. Cuando tuve claro cómo iba a desarrollar esta trama, creí necesario que las comunicaciones de este asesino con la policía utilizaran obras del maestro del género negro en España, Manuel Vázquez Montalbán, y ofrecerle así mi pequeño tributo personal.

 

Su escritura es bastante cuidada, algo que se echa de menos en bastantes novelas negras actuales…

Es que la novela negra debe ser rápida y muy gráfica, el lector debe sentir cómo se desarrolla la acción y formar parte de ella. En mi obra, trato de conectar con el lector y pedirle que él sea parte en el proceso de crear ese mundo onírico del que ambos formamos uno. Si consigo que el lector se convierta en el narrador, no necesitaré describirle más que lo necesario para que esa realidad paralela se forme en su interior. No entiendo cómo hay escritores que agreden la imaginación del lector contándole hasta el más mínimo detalle de una puerta (siempre que no sea estrictamente necesario para el desarrollo de la trama), por poner un ejemplo. ¿Qué parte de la novela les queda entonces? A mí me gusta mostrar más que explicar, y para eso no hace falta extender los párrafos con larguísimas digresiones que si las eliminas no afecta al conjunto.

 

¿Es la forma, el estilo, un valor denostado en el panorama literario español actual, al menos en algunos géneros?

No he publicado la cantidad suficiente de novelas como para esgrimir un argumento sólido que ofrecer, sin embargo, lo que sí me resulta apropiado comentar es la ingente cantidad de publicaciones que bombardean al lector y al librero. En España se escribe mucho y muy bien. Sin embargo, esa innata y tan española costumbre de sobrevalorar todo lo que lleve firma o sello extranjero frente a lo propio, hace un daño terrible a nuestra cultura. Y nos olvidamos muchas veces que las grandes figuras de las artes y las ciencias del mundo han salido, y siguen saliendo, de nuestro pequeño pero orgulloso país. En otros países se arropa mucho a sus creativos, y aquéllos pueden desarrollar mejor su carrera artística como una profesión. Lamentablemente, en España eso dista mucho de ser posible en el mundo de la literatura. Con todo, soy optimista y espero que al final el valor de lo propio sea recompensado.

 

¿Y qué literatura le interesa a Eduard Pascual?

Pues me gusta mucho leer historias que me atrapen en un mundo intermedio entre la realidad y la ficción. Aquellas historias contadas sin muchos rizos ni flecos que entorpecen la atención. Novelas que hablan desde el corazón de los personajes, porque ellos mismos cuentan cómo son con sus actos, que no aquellas otras en las que veo al personaje según lo quiere el escritor, con largas descripciones que me hacen olvidar que leo una historia fantástica. Aquéllas en las que el escritor conecta fácilmente con el lector. Vidas paralelas que me inviten a seguir leyendo pese al cansancio, y que al mismo tiempo me produzcan el ánimo suficiente para continuar haciéndolo. Voy a obviar en este punto dar nombres por una pura razón de espacio, ya que no quisiera dejarme a nadie.

 

Respecto a la construcción de los personajes (Flores, Mora, Casanovas…), seguro remiten, en algunas características, a personas con las que se haya topado en algún momento de su vida…

Sí. Efectivamente, todos mis personajes recogen lo mejor y lo peor de los caracteres particulares de aquellas personas con las que he tenido el gusto de trabajar en una u otra comisaría de policía. Es lógico pensar que cualquiera de ellos sea un reflejo de una persona real concreta, pero en realidad simplemente reúnen particularidades de individuos reales que los definen como un personaje de ficción único y diferente a su vez de cualquier persona real que haya conocido. No puede ser de otro modo; es dificilísimo poner en la piel de un personaje de novela a una persona real y que aquellos que la conocen la identifiquen sin duda. Me ha sucedido que, policías a los que no conozco, incluso de varios cuerpos diferentes, me han sugerido símiles a compañeros concretos a los que tampoco tengo el gusto de conocer. Eso está bien, porque quiere decir que he dotado a los personajes de una realidad difícil de conseguir, además de haber captado el verdadero espíritu de muchos profesionales de la policía, y les aseguro que la muestra es amplia... Así pues, en la verdadera comisaría de policía de Figueras no existe ninguna persona que sea representada en En el umbral de la muerte. Salvo aquí la figura del trasunto literario del verdadero sargento Minobis, Montagut en Códex 10, mi anterior novela, el cual fallecido años antes de describirlo y al que pretendí hacer un merecido homenaje, un logro que aplaudió su viuda.

 

¿Por qué le sienta tan bien el humor a este tipo de novelas?

Porque representan realidades sociales muy cercanas. La novela negra estrecha lazos entre cultura y realidad. Ambas se funden en una imagen típica e identificable; aunque esté escrita en tiempos verbales pasados siempre nos parece cercana. Por la rudeza de esa verdad, se convierten muchas veces en la voz alegre de la calle. Y la calle somos todos, con nuestra ironía y nuestra idiosincrasia particular; con nuestro drama, pero también con nuestra mejor imagen; con nuestras manías y nuestra frescura. El humor es una muestra típica de que aceptamos positivamente nuestro designio al tiempo que luchamos por cambiarlo, pese a los dramáticos sucesos que nos estigmatizan.

 

También le siente bien el ser crítico con el Sistema…

Es la mejor particularidad de la novela negra, que te bañas en una maravillosa sensación de impunidad frente al Sistema. Cuentas los traumas personales de los personajes como características de la sociedad en la que se desarrollan, y por ello resultan una crítica de lo que hay que mejorar. En mi caso, soy especialmente crítico con el funcionamiento interno de la organización policial, por algo será, qué le vamos a hacer...

 

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