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Zapatero (y sus sucesores) pierden la carrera hacia Moncloa

lunes 23 de mayo de 2011, 12:09h
¿Han sido las elecciones municipales y autonómicas en verdad municipales y autonómicas? Claro que no. Resulta impensable el castigo simultáneo a tantos candidatos socialistas en ciudades y gobiernos autonómicos; ese castigo tiene causas más profundas y generales. Las del domingo han sido, ni más ni menos, unas primarias de las legislativas, y así lo interpretó Zapatero saliendo personalmente a asumir las consecuencias del fracaso. Otra cosa es que el presidente del Gobierno y secretario general del PSOE haya sacado todas las consecuencias debidas del mensaje que le envió el electorado. Por sus primeras declaraciones, me parece que no se da cuenta del cambio que viene. Podría decirse que el castellano-manchego Barreda hizo una pésima campaña desde el punto de vista de la comunicación; que los alcaldes socialistas andaluces se equivocaron en su gestión (es patente en el caso de Sevilla); que Hereu carece de personalidad suficiente como para gobernar Barcelona; que el aliado del cántabro Revilla, los socialistas, se habían desgastado entregándose al regionalista; que en Extremadura, donde la continuidad de Fernández Vara pende de un hilo, llevaban demasiados años de mandato socialista, que el PSOE no supo presentar buenos contrincantes a los ‘clásicos’ del PP (Esperanza Aguirre, Valcárcel, Camps, Herrera, Pedro Sanz)... Todo eso es cierto, o puede serlo. Pero no menos cierto es que los españoles le han dicho a quien gobierna en España que no les gustan ni sus modos, ni sus recetas: los socialistas no han sabido hacerse simpáticos ni convencer a los electores de la inevitabilidad de las reformas, ni de que estas se estén llevando a cabo de manera satisfactoria. El PSOE perdió casi dos millones de votos locales en toda España en relación con las elecciones municipales de 2007. Ha perdido feudos tradicionales, ha cedido mucho espacio a su izquierda, IU, y a su inmediata derecha, UPyD. Para no hablar ya del avance del PP, el gran triunfador de unas elecciones que eran preludian un cambio de rostro y de siglas en La Moncloa a comienzos de la próxima primavera (porque se aleja la posibilidad de elecciones anticipadas): era, como resultaba patente, erróneo el mensaje que pretendía equiparar al PP con la ‘derechona’ que frenaría los avances sociales. El PSOE ha contribudo a provocar una conmoción social evidenciada en las acampadas en la Puerta del Sol y otras plazas españolas. Y, de alguna manera, en la era socialista se ha producido una presencia importante de una coalición ‘abertzale’ como Bildu en los municipios vascos y navarros, que es fenómeno que merece consideración aparte, más allá de ciertos tópicos al uso. Un desastre, en suma, sin paliativos. España es un país afectado por al menos cuatro cánceres corrosivos: un 43 por ciento de jóvenes desilusionados, en paro; escaso respeto a las leyes y a muchas instituciones, que tienen un algo de indudablemente obsoleto; desequilibrios y desorganizaciones territoriales. Y, por fin, el país comienza a mostrar un deficiente funcionamiento en algunos aspectos, lo que ayuda poco a la mejora de la imagen exterior de la nación. La reflexión en el partido que aún ejerce el poder en el Gobierno nacional ha de ser profunda, seria, inmisericorde: es necesario un cambio radical de rumbo, de estrategias de gobernar, de mentalidades...y de caras que aporten ideas nuevas. Cierto: la crisis económica está pasando factura a otros mandatarios en el mundo, pero sin duda pocos de ellos habrán recibido una ducha de agua tan fría como la que Zapatero y los dirigentes nacionales del PSOE recibieron este domingo, aunque no eran, en puridad, ellos los que se presentaban. Saben que las elecciones generales reflejarán de manera casi inevitable lo ocurrido en las municipales y autonómicas. Y ello sea quien sea el candidato/a -¿le conviene de verdad al PSOE hacer ahora unas primarias?-socialista frente a Rajoy en la carrera hacia La Moncloa. Lo cierto es, sin embargo, que las primeras declaraciones de Zapatero aportan pocas novedades: nada de elecciones anticipadas, porque lo esencial es culminar el proceso de reformas ya emprendido. Seguir con las estas mismas reformas. Más de lo mismo, en suma, y nada de virajes ni de novedades espectaculares. Salvo sorpresas mayúsculas, los socialistas parecen resignados: saben que han perdido casi inevitablemente la carrera hacia La Moncloa. Claro que también el indudable vencedor ha de reflexionar no poco. Le toca gestionar nada menos que la crisis económica, social, institucional y hasta territorial que vivimos. La moderación y el sentido común que Mariano Rajoy ha derrochado en una campaña aburrida, monótona, pero eficaz, ha dado réditos indudables. Confiemos en que no sucumba ante los radicales de una ‘superderecha’ que no es la suya, pero que ahora acudirán solícitos en socorro del ganador. Le toca un período de precampaña hacia las generales en el que tendrá no solamente que vencer, sino, además, que convencer a los escépticos que aún dudan de su capacidad para regenerar –sí, regenerar—los muchos aspectos que lo necesitan en esta España que ha vivido, y vive, unos días literalmente de infarto. Los diez días que conmocionaron a un país que antes era alegre y confiado. - Lea también: El PSOE se prepara para las primarias tras la terrible debacle electoral3 Análisis general de las elecciones autonómicas y municipales: así queda España
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