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Huelga del Cobre en Chile: temas abiertos

Huelga del Cobre en Chile: temas abiertos

martes 31 de julio de 2007, 23:58h
La huelga de 28 mil trabajadores sub contratados de la industria estatal del cobre de Chile -el principal recurso de exportación del país- que se prolongó durante 36 días, su solución y su desarrollo, deja varias temas abiertos, en relación al mundo político, empresarial y al escenario laboral chileno.

Más allá de los resultados económicos y sociales obtenidos por los trabajadores, lo más importante para ellos reside en la demostración de fuerza realizada, ante el Estado, y ante un marco legal y un modelo laboral y económico, heredado de la dictadura de Augusto Pinochet y acorde al modelo neoliberal que sigue imperante en el país.

El total de trabajadores subcontratados corresponde a los dos tercios del total de los que laboran para la  Corporación del Cobre de Chile, Codelco, pero laborando  bajo  contratos con  empresas “contratistas”, mediante el esquema de “tercerización” impuesto como estrategia organizacional de la producción, en los marcos del modelo neoliberal y la globalización.

Desde luego, lo que  queda claro, una vez más, es que persisten en Chile graves problemas sociales -por supuesto políticos- heredados del pasado dictatorial y de la mantención de lo esencial del modelo, que maduran a través de la crisis e irrumpen a través de sus grietas.

Ayer fueron los estudiantes los que hicieron explotar el socialmente ineficiente sistema educacional dictatorial, obligando al Gobierno y a todos los actores políticos del país a reconocer su lentitud, cuando no su ineptitud para reconocer el problema.

Hoy fueron los trabajadores subcontratistas del cobre, con el poder que les da su participación en la producción del principal producto de exportación del país, y base financiera para muchos de los planes sociales y hasta del presupuesto de adquisiciones de las Fuerzas Armadas del país, los que pusieron en jaque los marcos formales de la negociación laboral, instaurados bajo Pinochet para impedir sus demandas, sus organizaciones, y capacidad de negociación.

El problema de fondo, tras la a veces iracunda movilización de los subcontratistas del cobre, es que con su lucha abrieron una brecha por la cual, sin duda, seguirán avanzando otros sectores que se sienten afectados por la “tercerización”, que ha significado, malos salarios, obstáculos en su organización y trabas para el ejercicio de sus derechos sindicales, que ha entregado armas para los malos patrones, como ha declarado el propio ministro del Trabajo de Chile, Osvaldo Andrade.

Bien lo entienden los empresarios chilenos y el periódico que bien representa sus intereses -“de clase”, como se le definía en los viejos tiempos pre-modernos-.

El presidente de la Confederación de la Producción y el Comercio, la máxima entidad empresarial chilena, Alfredo Ovalle, estableció que “la agitación laboral que se registra en nuestro país ha sobrepasado con creces el límite de lo tolerable”. Y que los acuerdos logrados entre los trabajadores y Codelco y las empresas contratistas ( los terceros), “sientan un riesgoso precedente y debieran constituir una voz de alerta”.

Por lo tanto, para el dirigente empresarial los hechos de violencia que se produjeron en el marco del conflicto -y que el gobierno ha dejado en manos de la justicia- hacen que “la única alternativa hoy es aplicar mano dura y redoblar los esfuerzos y energía para que esta situación  termine a la brevedad”.

“No nos olvidemos -argumenta terminante- de todo lo que nos ha costado construir un país cohesionado y en paz social”..., Pinochet mediante, podríamos agregar.

Editorialmente, el matutino “El Mercurio” también es enfático en el tema del orden, al denunciar una “revolución laboral”, y el “uso desnaturalizado de la ley de Subcontratación, que “amenaza con  detener y revertir el progreso nacional”.

El periódico afirma que  “la subcontratación, rectamente entendida, es parte del mundo moderno y si el país se niega a ella, se niega a la modernidad en toda su economía”.

La alteración del esquema laboral vigente -alerta “El Mercurio”, es “un cambio completamente ilegal”, estableciendo que  la negociación “siempre debió mantenerse entre las partes concernidas”, es decir los trabajadores y sus empresas contratistas,  sin la intervención de la estatal Codelco, “la empresa principal”, a la que corresponde una responsabilidad, tal como lo
establecen las leyes.

Claramente, para el periódico empresarial chileno la Ley de Subcontratación, que obliga a la empresa principal a asumir responsabilidades que no cumplan las contratistas, “se ha transformado en un agente de retroceso para la productividad y la competitividad del país”.

Para el editorialista “la subcontratación significa especialización progresiva, que es lo que permite aumentos de productividad”, aunque reconoce que “se ha difundido en Chile la equivocada idea de que la subcontratación es una forma encubierta que utilizarían las empresas para bajar salarios, burlar la ley y debilitar el movimiento sindical”.

Es claro que mucha gente piensa así en Chile.

Y los trabajadores subcontratistas del cobre. Es decir los directamente interesados, victimas del sistema, así lo estiman.

Y así lo experimentan además, por ejemplo los trabajadores de algunas empresas de retail, que según el ministro del Trabajo chileno Osvaldo Andrade, registran 180 roles empresariales -empresas de pantalla- para una misma gran cadena de supermercados de un mismo propietario.

La huelga de los trabajadores subcontratados del Cobre, por lo que se ve, puso el dedo en la llaga.

Y ha hecho eclosionar un nuevo problema -no del gobierno de la Presidenta Bachelet ni de la Concertación-, sino que del modelo económico y social heredado de la dictadura de Augusto Pinochet y sus economistas neoliberales.

Aunque son evidentes también los diferentes enfoques para enfrentar el tema en el seno de la coalición de gobierno.

Y el hecho de que hayan triunfado en lo esencial, y que se dispongan a traspasar su experiencia a los subcontratados de la minería privada y otros sectores de la economía nacional, es el verdadero temor de los empresarios y sus máximas organizaciones y explican sus llamados , como en 1973, a “poner orden”.

En las jornadas huelguísticas, por otro lado, también aprendieron los trabajadores y sus dirigentes.

Por un lado el valor de la organización sindical y de su unidad, algo que el modelo cultural del individualismo, el oportunismo como norma de conducta, habían desacreditado.

Y luego algo no menos importante, de que es precisamente su unidad , la solidaridad, la firmeza, la que dio solidez al movimiento y que las expresiones violentistas, producto de la exasperación pero también del aventurerismo, no solo no contribuyeron a fortalecer el movimiento sino que pusieron seriamente en riesgo los avances logrados.
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Marcel Garcés
Periodista
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