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El ministro de guardia y el otro

El ministro de guardia y el otro

jueves 23 de agosto de 2007, 13:36h
Las cosas como son: hay Políticos y políticos. Unos, con mayúscula y otros, menos. El Político de la primera serie aprovecha el mes de agosto para demostrar que ahí sigue, haciendo cosas. Se coloca el casco de la construcción y, de paso que sale en la foto en plan currante, mientras inaugura cualquier cosa, aprovecha para decir, sin decirlo así tan expresamente,  que le gustaría estar en la carrera electoral hacia La Moncloa. Y, claro, se convierte en el protagonista de la átona actualidad. Es un ejemplo de político no-veraneante. Y me anticipo a decir que no me parece nada mal que alguien que se dedica profesionalmente a la cosa pública sea ambicioso: desconfíe usted de quien le diga que no apetece nada, que está ahí por casualidad. La del Político-con-mayúscula-1 ha sido una declaración de intenciones apreciable, que enriquece la vida política nacional, tan escasa de vuelos de altura.

    Existe otra especie, que parece aún más apreciable: el ministro de guardia. Que es el que vigila la finca cuando el jefe está en Doñana, o en la Mareta, o en Asturias, o donde quiera que esté, que en su derecho está de estar donde esté. Ese ministro, decía, ya ha preparado el Consejo de este viernes, ha logrado salir en todos los noticiarios –que no tenían nada que llevarse a las cámaras--, en todos los titulares. Y durante dos días seguidos. Uno, hablando de tráfico, que es uno de sus menesteres. Otro, hablando de la lucha contra el terrorismo, cometido este último principalísimo de su departamento. En ambos casos ha dicho cosas sensatas, que suenan a ciertas, que tranquilizan a una ciudadanía, que se queda con la sensación de que, incluso en estos tiempos de vacancia, alguien está ahí, llevando algún timón. El ministro de guardia es, en este caso, uno de los más veteranos en la política de este país, ha pasado por diversos departamentos en otros tiempos, tiene aspecto cansado y seguramente es una fatiga de años que le llega de muchas preocupaciones, la fundamental de las cuales es que todo salga bien para sus colores.

    Las dos figuras de Político con mayúscula, el 1 y el 2, resultan bastante atractivas. Saben lo que quieren y sacrifican mucho por ello, cada uno en su estilo y a su manera. Por eso se han llevado de calle el mes de agosto, tan playero para otros muchos.  Por eso ninguno de los dos tiene michelines ni, contra lo que hace Sarkozy (otro Político con mayúscula, de los que tienen hambre de imagen en el desierto agosteño, aunque sea la suya una subespecie diferente), tienen que retocar su fotografía. Son lo que son y a mí, personalmente, me gustan tal y como son, incluso con sus claroscuros. Al menos, sabemos que ahí están en agosto, no como otros.
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